Caminando se hace el Camino
Mi cuñado Carlos (gracias por compartir), enfrascado él en una oposición, se permitió hace unos días un momentito para enviarme un enlace que me llevó a un artículo de esos en los que se pinta una vida dedicada a algo interesante. El protagonista es «Jato», un berciano que ha dedicado su vida (y la sigue dedicando) a la atención de los peregrinos en su tránsito hacia Santiago.
Sin más preámbulos, allá va…
Tras habilitar diversos espacios para que los caminantes pudieran dormir, como un invernadero y unas carpas al aire libre, hace diez años pudo ver cumplido su sueño de inaugurar un albergue, modesto pero con toda la energía y el alma de la ruta jacobea: el Refugio Ave Fénix, ubicado junto a la iglesia de Santiago y a su Puerta del Perdón, el único lugar del Camino en el que se puede ganar el Jubileo sin llegar a Santiago.
Mientras atiende a unos peregrinos jienenses, Jato (el nombre por el que todo el mundo le llama) explica que poner en marcha este establecimiento fue una tarea larga y difícil. “Me tiré 14 años para conseguir los permisos para hacer la obra hasta que demostré que aquí estaba el primitivo hospital de peregrinos del siglo IX. Luego tardé otros siete años en construirlo, 21 años en total para verlo hecho”, señala, indicando que contó con la ‘ayuda’ del apóstol Santiago. “Hice la peregrinación de Roma a Santiago en bici para pedirle que me aprobaran los planos y cuando vine tenía una carta de que me lo habían concedido. Yo creo que si algo se pide con fe se consigue”, apostilla.
El Refugio Ave Fénix cuenta con 80 plazas y está abierto todo el año, atendido por Jato y por hospitaleros voluntarios. “A los peregrinos les pedimos que si pueden aporten cinco euros o el donativo que quieran, y si necesitan ayuda que la pidan. Si tenemos dinero en la caja y no tienen, les doy algo”, explica el berciano, quien se muestra un poco contrariado por no haber podido construir exactamente lo que quería. “Tenía pensado lo que quería hacer pero se me escapó de las manos, yo quería una cosa muy rústica pero la vida te obliga a que modernizar las cosas un poco”, señala.
Jato, hospitalero del albergue Ave Fénix’ en Villafranca del Bierzo. (Foto: Miriam Chacón)
Recuerdos
Tantos años dando cobijo a los romeros han dejado a Jato un buen puñado de amigos y un sinfín de historias. A su mente vienen algunas recientes, como la Nochebuena que pasó el año pasado en compañía de unos amigos brasileños que decidieron venir desde Río de Janeiro hasta Villafranca sólo para cenar con él ese día. “Cogieron un avión y vinieron a Madrid, pero con la nevada que estaba cayendo no pudieron aterrizar y les llevaron a Alicante. Allí no tenían avión para venir a Santiago, así que cogieron uno a Oporto y alquilaron unas furgonetas para llegar aquí”, relata.
También recuerda que un día llegó un peregrino “muy cansado” y decidió darle un masaje para aliviarle. “Me di cuenta de que ocupaba un cargo muy importante y noté que estaba muy preocupado, y se lo dije. Entonces, se echó a llorar”, rememora Jato, quien explica que el caminante era el ministro de Justicia de Brasil y que “los americanos” querían que les cediera un terreno en el Amazonas, por lo que estaba recibiendo “amenazas por teléfono y ofertas de hasta cien millones”. “Ni quiero que me maten ni quiero el dinero, yo quiero a mi país, me dijo”, recuerda Jato, quien señala que le aconsejó “decir que no” y que el ministro le invitó luego a su casa.
Entre tantas historias, hay una que ocupa un lugar preferente. La de Jorge, un hombre de Nueva Orleáns (EEUU) que llegó a Villafranca empujando su bicicleta porque se le había roto. “Era fiesta y estaba todo cerrado, así que le ofrecí que utilizara alguna pieza de la bici con la que yo había peregrinado desde Roma. Le dejé unas herramientas y consiguió arreglarla”, recuerda Jato, explicando que el romero quería pagarle 3.000 pesetas pero no las aceptó. “Cuando llegó a su casa, me mandó una carta para decirme que quería darnos una ayuda para hacer el albergue y le expliqué que teníamos una cuenta para donativos. Unos días después me llegó una transferencia de un millón de pesetas. Con eso nos pusimos y en tres años levantamos la primera parte”, comenta.
Pero la generosidad del norteamericano fue incluso más allá. Un tiempo después, a través de una mujer también de Nueva Orleans se enteró de que Jato necesitaba más dinero para acabar las obras. “Me mandó una carta diciéndome que estaba muy orgulloso de lo que estábamos haciendo y envió un talón con otro millón de pesetas para que pudiera poner el tejado”, destaca el hospitalero muy agradecido. “Si no fuera por él, no sé qué habría podido hacer; en agradecimiento a personas como Jorge hay que atender a otras”, asegura.
‘Jato’ bromea tras mostrar su albergue. (Foto: Miriam Chacón)
Energía en el Camino Francés
Además de su hospitalidad y dedicación durante tantos años, Jato se ha hecho muy popular entre los peregrinos porque ayuda a los que tienen problemas de salud. “No es ningún milagro, no soy un santo ni un brujo, como me han llamado algunas personas, simplemente canalizo la energía para ayudar a la gente a mejorar”, explica. Convencido de que “todo ayuda a sanar y relajarse”, señala que realizó varios cursos y aprendió de su abuela “a limpiar el aura”.
A este respecto, explica que cuando alguien está cansado, la energía se acumula en los hombros. “Simplemente apretando el punto donde está condensada consigues mandar la energía para abajo, barriéndola y volviéndola a subir; esa relajación te quita el dolor”, comenta Jato, quien apostilla que no es un efecto mágico porque “el cansancio hay que reposarlo, pero no es lo mismo descansar con un músculo tenso que con uno relajado”.
En esta línea, resalta que “el Camino Francés está lleno de energías”, muchas más que en cualquier otra ruta de peregrinación. “Somos unos animalitos que estamos sobre una tierra con energía y el Camino te hace sensible”, asegura el hospitalero, quien señala que casi todas las catedrales, iglesias y ermitas de la ruta son “puntos iniciáticos”.
Para que los romeros se beneficien de toda esa energía, el Refugio Ave Fénix está construido en madera y Jato ha colocado cuarzo en las paredes, en los puntos por donde pasan las líneas de Harman, además de pirámides de cuarzo encima del tejado. “Así se consigue desviar las líneas de energía y no te molestan al dormir, te protege y duermes mejor”, señala el hospitalero, quien indica que eso permite soñar mucho. “Es bueno porque cuando se sueña es porque descansas, y si sueñas en colores mejor todavía. Yo sueño todo en colores y cuando invento algo lo invento siempre durmiendo”, concluye.
‘Jato’, hospitalero del albergue Ave Fénix’ en Villafranca del Bierzo. (Foto: Miriam Chacón)
Salud para ti y los tuyos.