Crecimiento vs. Decrecimiento

El otro día llegó a mis manos una revista («Gazteen Hitza») que no sé de dónde salió porque no es habitual de mi casa, en la que leí en su contraportada una historia, un cuentecito de esos que tienen una moraleja como la copa de un pino, sobre todo cayendo la que está cayendo en el Sistema Económico actual (totalmente caducado), basado en la hiperproducción asociada al consumo.

El texto ya lo había leído anteriormente en la revista «El Sur» (de «Medicus Mundi», asociación a la que pertenezco) y relata un encuentro entre dos culturas, entre dos maneras de ver y vivir la vida. Y como me daba mucha pereza mecanografiarlo, lo he copiado de otro blog (gracias) y he corregido alguna cosilla sin importancia (algún espacio, algún acento…; soy así).


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Un rico banquero estaba paseando por el muelle de un pueblito costero, cuando vio llegar la barca de un pescador solitario. Dentro del bote se podían ver algunos peces de buen tamaño. El inversionista elogió al pescador por la buena calidad de sus capturas, y comenzó una conversación con el hombre de mar, preguntándole:

– ¿Cuánto tiempo le ha tomado pescar esos peces?

– La verdad, no demasiado…

– ¿Y no ha pensado nunca en estar más tiempo pescando? De ese modo sacaría más cantidad de pescado.

– No, no lo he pensado porque con esto tengo suficiente para satisfacer mis necesidades y las de mi familia.

– Pero si apenas pesca un par de horas al día ¿Qué hace usted con el resto de su tiempo?

– Camino tranquilo, leo algo interesante, pesco un poco, juego con mis hijos, duermo la siesta con mi esposa, bajo todas las noches al pueblo donde suelo comer y tocar la guitarra con mis amigos… Tengo una vida que es estupenda y además, bien entretenida.

– Verá usted, buen hombre, yo soy un licenciado en ciencias económicas de la Universidad de Harvard y podría ayudarle un poco. Debería gastar más tiempo en la pesca y, con los ingresos, comprar un bote más grande para aumentar el número de sus capturas; con los ingresos de este aumento podría comprar varios barcos, con lo que eventualmente tendría una flota de botes pesqueros. En vez de vender el pescado a un intermediario lo podría hacer directamente a un procesador, e incluso, con algo de suerte abrir su propia compañía procesadora de ventas. Debería controlar la producción, el proceso y la distribución. Debería salir de este pueblo e irse a Ciudad de México, luego a Los Ángeles y, a ser posible, a Nueva York, donde manejaría su empresa en expansión…

– Perdone que le interrumpa, señor banquero, pero ¿Cuánto tiempo puede tardar todo eso en suceder?

– Entre quince y veinte años, calculo. Todo depende de muchos factores, de las variables del mercado, de su riesgo inversionista…

– Bueno ¿Y luego, qué?

– Pues esa es la mejor parte, amigo: Cuando llegue la hora debería anunciar una «Oferta Inicial de Acciones». Al vender las acciones de su empresa al público, usted se volvería rico, tendría millones…

– ¿Millones? ¿Y luego, qué?

– ¡Qué pregunta! Con semejante fortuna, se podría retirar de la vida laboral y afincarse en un pueblecillo en la costa, donde podría dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con sus hijos (si le queda alguno con edad de jugar), descansar con su mujer, salir por las noches al pueblo para comer despreocupadamente ¡Incluso podría hacer algo que sé que le gusta mucho: Tocar la guitarra con sus amigos!

El pescador, entre confuso y sorprendido, le respondió:

– Bueno ¿Y no es eso mismo lo que tengo ya…? ¿Para qué tanta preocupación?

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Sería bueno prestar atención a la dinámica social imperante, en la que la meta (estimulados por los medios audiovisuales de propaganda masiva como la tv.) suele ser aumentar producciones, amasar, guardar, comprar más cosas, poseer objetos, elevar estatus… (y que levante la mano el que no se haya pillado en más de una ocasión en estas historias).

Sería bueno, repito, aprovechar la ocasión para generar un cambio de ruta. ¿Cómo comenzar? Muy fácil: qué productos de uso habitual (generalmente manufacturados en condiciones deplorables de injusticia social) utilizo o compro de manera continuada; a quién apoyo al elegir los lugares donde compro habitualmente; ¿por qué no ser un poco más conscientes y selectivos en nuestras actitudes cotidianas? (y que conste que no me estoy poniendo de modelo a imitar en lo que estoy comentando, también me tengo que poner las pilas en este tema).

Salud para ti y los tuyos.

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