El Confinamiento y sus Posibilidades

CONFINAMIENTOCuando funcionamos «en automático», habitualmente no nos da la vida para plantearnos una serie de cosas que, como consecuencia directa, se van amontonando y desapareciendo de la superficie de ese fondo de saco tan glotón y efímero que es nuestra memoria.

Como en estos momentos nos toca, a la fuerza, apalancarnos en nuestras casas a causa de la presencia en el ambiente del dichoso coronavirus, se puede aprovechar el tiempo para hacer frente a diversas cuestiones que, en condiciones normales, dejaríamos pasar de lado, de perfil, al estilo egipcio.

Paso a dejaros el texto que he editado para navarradigital.es.

Hete aquí que, sin comerlo ni beberlo, estamos inmersos en un confinamiento como si de un conflicto bélico se tratara. La gran diferencia es que no hay explosiones ni destrucción… y tenemos una casa sin derruir que nos abriga.

No voy a entrar aquí en la conveniencia o no de la decisión tomada por el gobierno (los gobiernos de diversos países). Parece ser que la motivación ha sido de protección epidemiológica; o sea, técnica, para no saturar los hospitales. Lo que sí puedo comentar es que no sé si han calibrado las consecuencias socio-laborales que esta medida está generando y va a seguir generando.

Reconozco que es muy fácil hacer comentarios desde fuera… y, sobre todo, “a toro pasado”. No me gustaría estar en el pellejo del que tiene que tomar decisiones de este calado a nivel gubernamental.

A lo largo de los días, estamos teniendo tiempo para casi todo: para plantearnos cosas que en otro momento ni se nos ocurrirían… y, sobre todo, para convivir íntimamente con las personas con las que simplemente, en lo cotidiano, saludábamos al irnos a trabajar y volvíamos a saludar al regresar a casa; y, a lo más, coincidíamos en el mismo sofá mientras veíamos una serie en televisión.

Son tiempos en los que es fácil hacer demagogia… pero es que nos lo están poniendo “a huevo”. ¿La cuarentena es igual de exigible para todos los ciudadanos? ¿Para unos existe una policía que nos puede exigir un tique de compra para no multarnos en la calle, y para otros la misma policía escolta a un ministro en cuarentena (por un caso positivo verificado) a un consejo de ministros?

Sale a la palestra un médico indignado que, con sus vídeos hiperrealistas y con el cabreo consiguiente, nos informa de que no hay recursos suficientes para preservar su integridad personal en la atención del servicio de urgencias de su hospital… mientras nos enteramos de un baile de un montón de millones de euros (que apestan por su origen) entre un personaje de la más alta alcurnia de este bendito país y sus líos de faldas, y vemos el paripé organizado frente a la opinión pública haciéndonos ver que le van a quitar la paga mensual… sin decirnos que debemos seguir pagando (como hasta ahora, de vuestros impuestos y de los míos) su vivienda, sus escoltas, sus…

El confinamiento nos debería ayudar a plantearnos, repito, una serie de cuestiones que habitualmente no nos da tiempo a hacerlo. Y, sobre todo, de hacernos caso a nosotros mismos.

No pretendo que me hagáis caso pero os voy a hacer una recomendación: apagad la televisión. Yo hace ahora mismo 18 años que no veo la tele. Y no me dio un ataque de apendicitis… ni a mis hijos tampoco. Si hay que informarse, buscamos en internet pero no nos quedamos con una información sesgada, de una sola orientación. Confrontamos las informaciones. Ampliamos nuestras mentes.

Otra actividad que podemos hacer (y yo ya la he hecho porque este confinamiento ha venido mientras la ponía en práctica) es, por ejemplo, una limpieza corporal. Y no me refiero sólo al lavado de manos sino a un “lavado interior”. Pero como esto va a requerir un poco más de espacio, lo dejo para el siguiente artículo.

(continuará)

Salud para ti y los tuyos.

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