El Inconsciente
Aunque ya este título lo he usado en otra ocasión en este blog, y con la misma imagen de portada, lo repito porque el tema da mucho de sí… De hecho, mis andanzas con el inconsciente suponen el 100% de mi tiempo de trabajo profesional, y un porcentaje bastante menor (por desgracia) en mi vida privada.
¿Por qué digo esto? Porque, durante mi trabajo, estoy con las antenas levantadas para captar, darme cuenta de las estrategias inconscientes de cada persona que veo; y, en mi vida privada, son menos las ocasiones en las que «me pillo» (sobre todo gracias a mi pareja), en las que mi incosciente se sale con la suya…, a pesar de lo que yo quiera o crea que es mejor…
Aunque es un tema muy conocido por mí desde hace tiempo, es gracias a mi formación en Descodificación Psicobiológica, Psicosomática Humanista, Bioneuroemoción…, o como quieran llamarlo, de la mano del Dr. Salomón Sellam, cuando he sido más consciente (si cabe) de que nuestro inconsciente, esa parte de nosotros que se muestra aun cuando yo no lo pretendo, es la pieza clave de nuestras vidas.
¿Cuál es la función de nuestro inconsciente? En primer lugar, servirnos de base para que no estemos preocupados por el funcionamiento de nuestro cuerpo. Él solito se encarga de dirigir y gestionar acertadamente el manejo del sinfín de funciones y mecanismos enzimáticos, hormonales, celulares, que permiten que nuestro cuerpo «funcione». ¡¡Qué locura sería que tuviéramos que preocuparnos conscientemente de todo eso…!!
(imagen tomada de aquí)
Pero aún hay más. Y es que esa gran parte de nuestra totalidad (no olvidemos que supone más del 90% de nuestro ser) tiene como misión fundamental protegernos… «de la vida».
Aun a nuestro pesar, el inconsciente se va a encargar de evitar que repitamos actos que tengan que ver con otros que ya sucedieron en nuestro pasado o en el pasado de nuestros ancestros, y generaron un terremoto vivencial, un trauma o una situación de riesgo vital.
Cuando alguien escucha o lee, como en esta ocasión, este tipo de cosas, lo natural es que su propio inconsciente le induzca a generar pensamientos del estilo de «qué tontería es ésa, soy yo el que decide en cada momento qué hacer con mi vida…», «eso es una comedura de tarro de personas que no tienen otro quehacer…», «cuentos chinos…».
Sería interesante que nos dedicáramos un poco de atención para ver y darnos cuenta, sobre la marcha, de la innumerable cantidad de situaciones en las que hacemos algo cuando, en realidad, incluso verbalizándolo, queremos conscientemente hacer lo contrario…
(continuará…)
Salud para ti y los tuyos.
Estoy de acuerdo con Pablo de que hay que llevar con naturalidad esa otra parte nuestra que, en ocasiones, anda un poco enterrada. Se trata de descubrir qué somos en nuestra totalidad, no únicamente lo que podemos tocar. No nos han enseñado a «sentir» en plenitud. En mi caso, desde niña, me dejé llevar por mi «intuición», que siempre fue más fuerte que las opiniones exteriores y no me ha ido mal a pesar de las dificultades. Se trata de «descubrir» esa parte escondida a través de herramientas, en mi caso funciona la intuición, pero hay muchas otras, para ser más completos.
Un abrazo a todos,
¡Hola, Ester! Gracias por tu participación con este comentario. En mi trabajo profesional estoy acostumbrado a ver la mejor forma de cada cual de posicionarse en la vida y de saber cómo elegir en las bifurcaciones que la vida nos coloca en cada momento…
La intuición existe, no cabe duda, y es un portento para las personas que la poseen como herramienta-guía…, pero no todas las personas la tienen. Por otro lado, veo bastante «peligroso» decantarse por utilizar una herramienta si ésa no forma parte del bagage personal… Por eso, no suelo dar mi opinión sobre nadie ni sobre sus funcionamientos, si antes no tengo presente sus mapas natales…
En los años en los que llevo trabajando tanto con Astrología como con Diseño Humano, me he dado cuenta de la individualidad de cada ser humano en la forma, aunque, en esencia, todos seamos iguales y tengamos los mismos derechos.
Salud para ti y los tuyos.
¿Nos debería aterrar el comprobar que no tenemos el control de nuestra propia vida? ¿Hay que considerar al inconsciente como un monstruo que nos maneja a su antojo o sería más razonable aceptar que ese elemento incontrolado e impredecible que toma la mayor parte de nuestras decisiones y acciones, incluso de aquellas que estimamos más razonadas somos nosotros mismos? Yo asumo con naturalidad que esa parte desconocida de mi mismo lleva las riendas de mi vida, pero a veces me gustaría domar un poco a ese caballo desbocado, domar algunos miedos irracionales, bloqueos inexplicables que a veces limitan negativamente distintas facetas de mi existencia. Un saludo a todos.
Más que aterrarnos, deberíamos agradecer encarecidamente la ardua labor de nuestro inconsciente para protegernos de posibles peligros, bien que ya han sido experimentados por la persona anteriormente…, o bien que resuenan armónicamente con ellos, aunque actualmente no haya razón de ser para defendernos de ello (un caso concreto sería una reacción alérgica a un producto concreto).
El trabajo que nos corresponde actualmente, bajo mi manera de ver las cosas, es generar amplia consciencia de nuestros pasos, de nuestras acciones, para desenmascarar esas estrategias inconscientes que lo único que hacen es limitarnos o evitarnos vivir cuestiones muy puntuales y concretas que poco tienen que ver con un peligro «real»…
Salud para ti y los tuyos.