Emoción sin palabras

Ya de vuelta de «las américas», quiero compartir con mis lectores alguna de las vivencias que he tenido la oportunidad de vivir en primera persona, en distintos órdenes temáticos.

El viaje estaba polarizado, fundamentalmente, hacia un tema artístico: tres conciertos en el «Avery Fisher Hall» (en el Lincoln Center, de Nueva York), con una selección de números de «La Atlántida» (de Manuel de Falla) y «Carmina Burana» (de Carl Orff).

Tras un primer contacto con la orquesta, la New York Philharmonic, y el ensayo general abierto al público, fueron desarrollándose los conciertos, en una progresión ascendente de seguridad, fuerza y entusiasmo colectivo. El último concierto fue impresionante, de poderío. La cara del Director (Rafael Frühbeck de Burgos) y los besos que nos envió al coro tras el concierto lo dijeron todo.

Los comentarios de los componentes de la propia orquesta, una de las más importantes del mundo, eran también elogiosos, sorprendiéndose de la calidad vocal del coro… No se podían creer que se tratara de una formación amateur… Aquí podéis leer la crítica que ha salido en el New York Times.

Aunque no hay punto de comparación con lo vivido en los conciertos, aquí os dejo una muestra (con cortes bastante estropiciosos que, me imagino, serán cosa de los suministradores de las grabaciones).

Por lo demás, el viaje ha sido cómodo, con el hotel muy bien situado en Manhatan, lo cual facilitaba una mayor autonomía de cara a patear la ciudad. Impresionante, «Central Park»; la vista panorámica de la urbe desde el «Empire State»; «Central Station»; Brodway atravesando irregularmente la distribución rectangular de las calles y avenidas en las que se organiza Manhatan; la hiperluminosidad de «Time Square»; la ciudad iluminada vista con sosiego desde la otra parte del río; hamburguesas por doquier…

He comprobado en primera persona que se puede estar en Nueva York sin saber inglés, dado que, en cada chiringuito donde vas a tomar algo o comer, hay algún hispano que te facilita la comprensión… De todas formas, los compañeros con los que he frecuentado me daban mucha envidia cuando les veía parlotear con cierta fluidez en el idioma de Shakespeare… (¿lo dejaré para otra vida?).

Pero una de las cosas más impactantes que he vivido es una celebración religiosa en un templo de la Iglesia Bautista en el barrio de Harlem (que ya no es lo peligroso que era, según dicen).

Dos horas y media de ceremonia, en la que se alternaban cánticos (por parte de dos coros) con fondo de órgano y piano, respectivamente, con otros actos: Lecturas, sermones, recibimientos a participantes, comunión y bendición final.

¡Qué diferente la manera de vivir la celebración de lo que se estila por estos barrios en el rito católico! Respuestas de los asistentes a las palabras del predicador al puro estilo peliculero, con exclamaciones por doquier en el templo, levantamiento de brazos, de cuerpo entero, llantos, risas…

La facilidad con la que los predicadores lograban apasionar a los asistentes, cómo modulaban sus voces para conseguir el efecto deseado… En fin, los componentes del coro que compartimos esa experiencia salimos impresionados por el desarrollo de este servicio religioso.

En resumidas cuentas, una ciudad interesante de ver (hay muchas partes  que no he podido visitar), pero con la fruta (y alimentos en general) carísimos (una manzana = 1$; una botella de litro y medio de agua = 4$…, en una especie de ultramarinos). No tenía una impresión preconcebida sobre esta ciudad previa al viaje, pero os diré que se puede repetir la experiencia con suma facilidad, si surge la ocasión…
Salud para ti y los tuyos.
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