Enfermedad crónica y Medicina Psicosomática

ENFERMEDAD CRÓNICA Y MEDICINA PSICOSOMÁTICA

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En Medicina, los procesos que se ven en las consultas se catalogan, en relación al tiempo y a la forma de exposición, en agudos, subagudos y crónicos.

Como ya es habitual en este blog, y como deferencia a las personas que prefieren escuchar a leer, voy a colgar a continuación el vídeo del texto.

Una enfermedad aguda es la que se inicia con una cierta brusquedad, de manera a veces repentina y generalmente dura unos pocos días. Una enfermedad crónica es la que se mantiene en el tiempo, por un lapso de meses o años. Y entre las dos categorías citadas nos encontramos con los procesos subagudos, que duran desde varios días hasta algún mes.

Como se puede comprobar, ésta es una división de la realidad de la enfermedad «como para andar por casa», una manera de entendernos de lo que va pasando con un proceso a lo largo del tiempo. Y en sí mismo no diferencia estados de gravedad. Una enfermedad aguda puede ser totalmente benigna mientras una crónica puede llevarle a la persona a la muerte.

En este texto me voy a detener en los procesos crónicos.

Puede ser que una enfermedad crónica se inicie con un brote agudo, repentinamente, como una enfermedad aguda… pero los síntomas pueden permanecer, sin remitir, durante largo tiempo. Pero también su comienzo puede ser muy insidioso, apenas perceptible… hasta que la persona, en un momento dado, se da cuenta de su presencia, no pudiendo determinar una fecha exacta de cuándo se lo notó por primera vez.

Lo primero que se me ocurre cuando se me plantea un proceso crónico, de ésos que perduran en el tiempo y sean del aparato o sistema corporal que sea, es que no se ha sabido solucionar el proceso agudo cuando se inició la puesta en escena del síntoma.

No son entidades diferentes las agudas y las crónicas. La diferencia radica en su manera más o menos abrupta de aparecer y su longitud en el tiempo.

Ejemplo: una bronquitis aguda. Puede aparecer directamente, de forma rápida, a través de un desencadenante térmico, una discusión importante, etc. Si el proceso no se ataja, es posible que vaya evolucionando en el tiempo, repitiéndose con cierta frecuencia… hasta que el proceso se cronifica, llevándolo la persona a cuestas de forma más o menos permanente. Aquí tendríamos a la persona bronquítica crónica.

Creo que si a esa persona del ejemplo se le hubiera atendido correctamente; o sea, completamente, integralmente, tomando en consideración no sólo la inflamación-infección de las vías bronquiales sino también sus predisposiciones familiares y personales así como lo que generó y desencadenó el o los cuadros agudos, se le podría haber evitado que arrastrara la penuria de una bronquitis crónica.

Para mí, ésta es la idea clave. Mi impresión es que la Medicina actual, en términos generales (con riesgo de fallar como en toda apreciación general) se contenta con tapar los síntomas, aminorar el malestar que le producen a la persona que acude, una especie de «cuidados paliativos ambulatorios», generalmente a través de fármacos sintomáticos.

Muy pocas sustancias son resolutivas. El ejemplo más claro se produce en las enfermedades carenciales. Una persona tiene un déficit de una sustancia, digamos una vitamina, por ejemplo la vitamina C. Como consecuencia directa aparece el escorbuto, una dolencia típica de los marineros de largas travesías en la antigüedad.

Solución directa: tomar vitamina C, la sustancia que le faltaba en su ingesta. Será suficiente como para curar el escorbuto de raíz. Si la persona continuara sin el aporte necesario de vitamina C, el proceso avanzaría, se cronificaría y tendría consecuencias terribles para su salud.

Salvo este tipo de enfermedades carenciales (las menos), la solución que suele aportar la Medicina son meramente bálsamos simbólicos que hacen descender la intensidad de las llamas pero que no actúan sobre los rescoldos, las brasas que, con casi total seguridad, en las condiciones adecuadas, avivarán las llamas en otro momento.

Los fármacos más habituales de recetar y consumir son: analgésicos para amortiguar el dolor, antiinflamatorios para disminuir la inflamación, antibióticos para cargarse los bichos indiscriminadamente y a mansalva, sirvan o no sirvan, sean beneficiosos o perjudiciales, ansiolíticos para calmarle los «nervios» a la persona, antidepresivos para sacarle del pozo de la depresión, de la tristeza, de la frustración, etc, etc, etc.

A través de la Medicina Psicosomática, ante un caso de cronicidad es necesario no sólo revisar la historia personal, el relato de lo sucedido, sino rodearlo de preguntas sobre los posibles conflictos que no sólo hayan desencadenado la aparición de la dolencia sino también los factores responsables de haberla fomentado o ayudado a construir antes de la aparición de los síntomas.

Generalmente, en una enfermedad crónica el proceso de su gestación suele ser un «gota a gota», situaciones que, muchas veces pasan de manera inadvertida, al considerarlo como algo habitual. No es necesario que la persona haya sufrido ningún shock conflictual. En según qué patologías sí que hay detrás una situación de shock inesperado, pero esto no sucede en todas las enfermedades.

Siempre observo el campo de las predisposiciones que nos vienen por la pertenencia a un linaje concreto. Y aquí no estoy hablando de buscar hasta el frenesí antecedentes de ancestros con bronquitis, en el caso del ejemplo de la bronquitis crónica. Hay maneras precisas de poder relacionar a diferentes personas del linaje. Prácticamente siempre suelo construir en mi primera consulta un pequeño esquema de árbol genealógico que la persona irá rellenando más adelante sin agobios..

Pero para realizar toda esta labor de amplio abordaje ante una persona, lo primero que se necesita es de un tiempo mínimo. Y cuando me refiero a un tiempo mínimo de consulta, no son los únicamente 7-10 minutos que los médicos de atención primaria disponen para invertir con cada persona. Lamentable.

El sistema médico actual ha transformado a los médicos de atención primaria en meros «encauzadores» de personas hacia los especialistas de turno o hacia la farmacia; y a los especialistas… hacia la farmacia y, en último término, hacia la cirugía.

Y así se les ha acostumbrado a las personas con síntomas a desentenderse de sus procesos, originados siempre por algún tipo de conflicto, leve o grave, y a buscar el alivio de los síntomas con la píldora milagrosa, el «bálsamo de Fierabrás».

No, señoras y señores. No hay curas milagrosas. Bueno, alguna sí que la hay pero en porcentaje ínfimo. Y en enfermedades crónicas, menos todavía. En general, las personas necesitamos pararnos para enfocar hacia nuestras propias vidas con actitud abierta con la finalidad de hacernos con el control de las mismas. Identificar los puntos más débiles y ponerles remedio. O sea que hay que currárselo.

No existe el azar en la enfermedad, y menos aún en las enfermedades crónicas. Nadie estamos exentos de que nos ocurra cualquier cosa, según nuestras predisposiciones, nuestra constitución, nuestra familia, nuestra educación, los condicionantes sociales…

Y en las enfermedades crónicas, no queda más remedio que mirar un poco hacia atrás. No es tan fiero el león como parece.

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Salud para ti y los tuyos.

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6 comentarios

    1. Hola, Diego.

      Respecto a la enfermedad de Lyme hay cierta controversia. Todos asumen su origen en la picadura de una garrapata que inocula la bacteria Borrelia en el cuerpo de la persona. Bacteria que produce una infección generalmente localizada (un sarpullido en la zona de la picadura) y que en etapas posteriores puede generar un cuadro más general: fiebre, dolor de cabeza, cansancio intenso, dolores articulares y musculares, hinchazón de ganglios. Más adelante, si no se ha tratado con los antibióticos precisos, en varias semanas puede empeorar la situación.

      El Dr. Christian Perronne se ha distinguido por alimentar la hipótesis de que la enfermedad de Lyme tuvo su origen en la investigación encubierta sobre garrapatas en EEUU con la participación del científico nazi Erich Traub. Asimismo, el Dr. Perronne es partidario de tratamientos antibióticos de larga duración, cosa que la mayoría de colegas desaconseja.

      Siguiendo el hilo del artículo de tu enlace, he dado con el blog gnmonlineseminars.com y, tras buscar Lyme ha salido el artículo original al que te referías. Visto lo visto es una copia simple.

      Desde mi punto de vista, la Medicina Psicosomática, así como en la orientación de Hamer, me fijo en lo que los síntomas nos cuentan, más que en el tipo de bicho que los haya podido causar.

      De primeras, con la catalogación de cualquier infección microbiana como un proceso de resolución de un conflicto no estoy del todo de acuerdo porque, aunque sea cierto, si a la persona le hunde en la miseria al paso de semanas con síntomas de cierta importancia… Mejor será utilizar otro argumento.

      Yo siempre intento buscar el posible conflicto que esté ahí latente, en profundidad, para revisarlo y ayudarle a la persona a sanarlo. Y para detectar y poder ayudar a resolver el conflicto base tenemos los diversos síntomas que nos van a dar las pistas necesarias para lograrlo.

      Salud para ti y los tuyos.

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