Entrevista en El Pacífico
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El día 7 de septiembre, publicaron una entrevista escrita que me hicieron desde el blog-periódico «El Pacífico».
Acaba de publicarse en el medio navarradigital.es y paso a colgarla. Y, como tengo costumbre, para las personas que prefieren escuchar a leer, la dejo también incrustada en vídeo.
Muchas gracias por cedernos su tiempo, doctor. Empecemos por el principio: ¿Cree justificada la vacunación del Covid-19?
La vacunación masiva para la Covid-19 se ha saltado todas las reglas que la Medicina ha establecido con criterio desde hace mucho tiempo:
Que la enfermedad tenga una morbi-mortalidad brutal. Estamos viendo que, a nivel mundial, según datos de la misma OMS, la letalidad es del orden del 0’23% de los casos. Hay que mostrar la salvedad de que hay muchas diferencias según países y regiones. Ésta es la mediana en el cómputo mundial.
Además, existe un tramo de edad como factor de riesgo absoluto: los ancianos. Y, más aún cuando existen una serie de patologías previas.
En personas menores de 50 años, la letalidad por Covid es mucho menor a la de la gripe estacional. Y ya en personas <19 años, en España, es de 0’0027%. O sea, que de 100 jóvenes-niños que pasen Covid-19, sobrevivirán sin problema 99’9973.Con lo que no existe ese motivo alarmista que nos están mostrando los gobiernos y medios de comunicación de masas de cara a la vacunación masiva, generalizada de la población.
Que no haya una terapéutica alternativa eficaz. Tras la mejor definición del funcionamiento de la enfermedad (que no es uniforme en todas las personas), tras las primeras autopsias realizadas, los compañeros de primera línea hospitalaria han tenido más recursos terapéuticos para nivelar a los pacientes graves.
Hemos asistido también, por parte de los organismos internacionales de la salud y de los reguladores de medicamentos, a una dinámica pertinaz de zapa y derribo de todo tipo de posibles tratamientos alternativos que, en los casos en los que se ha utilizado y estudiado sus efectos, muestran su validez.
Han preferido permitir el uso de antivirales sin apenas efectividad y carísimos a la aplicación inicial de forma compasiva de antiparasitarios bien conocidos, que han mostrado eficacia, seguridad dentro de los umbrales de dosis adecuados, y perfectamente asequibles, baratos, para su uso generalizado.
No se ha visto en ningún sitio, ni oficial ni por parte de los medios de comunicación, una serie de consejos reiterativos y convenientes de cara a la estimulación del sistema inmune de las personas. Sólo se han centrado en el único mantra permitido, políticamente correcto: la vacunación masiva de la población.
Estamos siendo testigos ahora mismo del dramático caso del farmacéutico ingresado en la UCI de un hospital de la Comunidad Valenciana, en estado gravísimo, en el que ante una amenaza real de muerte, sin reacción a los tratamientos administrados, la familia forzó vía judicial la aplicación de Ozono intravenoso.
Rasgadura de vestimentas blancas. Todo tipo de organizaciones médicas, profesionales, sindicales, gubernamentales… incluso hasta comités de bioética, se han echado las manos a la cabeza por semejante “ultraje”, cuando considero que cualquier ser humano con un poco de compasión permitiría sin pestañear.
Y esto está ocurriendo cuando la evolución del caso ha sido tal que está a punto de salir de la UCI, consciente, con respiración y alimentación autónomas. No quiero ni imaginarme lo que habría ocurrido si esta persona hubiera fallecido.
Que las vacunas hayan demostrado que son seguras y eficaces. Hemos visto el poder de la propaganda de la industria farmacéutica sin límites, presentando unos datos parciales, mínimos, en unos pocos meses, con un maquillaje de más del 90% (incluso Pfizer se atrevió a mostrar un 95% de eficacia) sin explicar qué era exactamente esa cifra. La disminución del riesgo relativo de pasar la enfermedad Covid-19 de forma leve-moderada.
Esas cifras no son falsas, son reales, pero no son las que nos deben importar. Las cifras importantes a tener en cuenta sobre la eficacia son las disminuciones del riesgo absoluto de pasar por ese covid-19 leve-moderado. Y así vemos valores que oscilan alrededor del 1% de eficacia.
¿Qué decir sobre la seguridad de esos productos experimentales? Ninguno de ellos ha acabado los estudios de fase III. Incluso el producto de Pfizer/BioNTech ha sido aprobado por la FDA norteamericana sin los resultados finales.
Tras los resultados de los estudios de fase I-II, y de los preliminares de las fases III de las diversas plataformas de vacunas, se veían en esas series de casos efectos adversos del 50-80 y en alguna hasta del 100%. Evidente que no eran todos ellos graves.
Se determinó que las diversas agencias de farmacovigilancia y las propias empresas farmacéuticas velarían por la detección de posibles efectos adversos tras la autorización de uso por emergencia. No está siendo así.
Todos los sistemas de notificación de efectos adversos son voluntarios, no hay un seguimiento proactivo de las posibles incidencias de efectos adversos tras la inoculación de estos productos. Y, aun y todo, se observan cifras de efectos adversos y muertes que no tiene ningún parangón con ninguna otra vacuna del pasado. En los meses de inoculación (entre mediados de diciembre y la actualidad) se ha multiplicado por 10 las muertes por millón tras vacunas.
Como es muy descriptivo, adjunto una imagen del dato tomado del VAERS norteamericano.
Por todo lo anterior, me manifiesto totalmente contrario a una vacunación masiva para Covid-19.
¿Cuál cree que sería el mejor tratamiento para paliar los efectos indeseables de las vacunas?
El mejor tratamiento es la prevención primaria: no inocularse dichos productos.
Para las personas que se han inoculado, la posibilidad de efectos adversos es muy variable, aunque tengo la impresión de que todavía están por verse las consecuencias a medio-largo plazo con la aparición de los virus invernales normales (otros coronavirus, adenovirus, rinovirus, virus de la gripe, etc) y las previsibles siguientes tandas de dosis de refuerzo para las sucesivas nuevas variantes del virus. Una auténtica locura.
Lo más habitual serán procesos de autoinmunidad, alteraciones de coagulación diseminadas o localizadas en forma de trombos… que pueden propiciar muy diversas patologías como consecuencia.
Ha llegado el momento de cuidarnos de la mejor forma posible y construir un estilo de vida “vital” y no bajo la coerción, el aislamiento y el miedo.
¿Cree que se pueden solucionar los desórdenes inmunológicos que muchos médicos imputan a las vacunas con potenciadores del sistema inmune (dióxido de cloro, artemisia annua…)?
El dióxido de cloro, por lo que he leído, genera un proceso de enriquecimiento de la oxigenación corporal. En las zonas geográficas donde se está utilizando de forma pautada y controlada es lo que se está viendo.
Y en estos casos en los que las personas afectadas por Covid-19 han visto mermada su capacidad de oxigenación, ha sido muy positiva la reversión del proceso, aumentando las saturaciones de oxígeno de forma sorprendente. Lo que no sé es el efecto que pueda tener sobre los posibles efectos adversos de las inoculaciones Covid-19.
Con la Artemisia no tengo apenas información como para responder a la pregunta. Habría que consultar a profesionales de la fitoterapia, que son los conocedores de las propiedades terapéuticas de las plantas.
Desde la COMUSAV (asociación con varios miles de médicos) afirman que el dióxido de cloro puede neutralizar las vacunas del Covid-19 y que ya están tratando con éxito a pacientes vacunados ¿Qué opina usted al respecto?
Conozco el trabajo de la COMUSAV con el dióxido de cloro pero sobre todo en el tratamiento de los casos Covid-19, no tanto en las personas que enferman tras la inoculación.
Lo único que siempre defiendo en este tipo de cosas es la necesidad de estudiar las nuevas posibilidades. Y aquí se les ha cerrado la puerta con una serie de falsas creencias movidas por el más puro interés. A los profesionales que han intentado realizar estudios con metodología científica, se les ha denegado esa posibilidad una y otra vez.
Y no se les ha dado permiso para realizar esos estudios… “porque no había constatación de su seguridad y eficacia”. ¿Cómo van a poseer esas características si no se les deja realizar esos estudios experimentales?
Desafortunadamente, sólo les queda realizar estudios pequeños, observacionales, en los que muestren su experiencia. Y eso, hoy en día, tristemente, no tiene la rúbrica de “científico”.
¿Qué mensaje le mandaría a los padres que estén pensando en vacunar a sus hijos?
El mensaje es claro: que vean el riesgo que tienen sus hijos de contraer la enfermedad y que les deje secuelas, incluso muerte (tasa de letalidad en <19 años: 0’0027%). Todos los casos que han acabado mal en niños-jóvenes tenían patologías previas.
Si, por lo general, los niños, en el caso de contagiarse, van a pasar por un cuadro asintomático o un leve catarro, y se ha comprobado que no son especial elementos de transmisión, ¿para qué, qué pretenden conseguir con esas inoculaciones?
Y si fueran inocuas… pero cuando se ven las posibilidades de que niños sanos generen efectos adversos importantes…
Cifras de notificaciones de VAERS actualizadas a 20 de agosto 2021 para chavales de entre 12 y 17 años:
17.518 efectos adversos.
• 1.047 graves.
• 16 muertes y 2 suicidios.
• 2.609 casos de anafilaxia.
• 444 casos de miocarditis y pericarditis.
• 89 casos de coagulación sanguínea.Creo que merece la pena una reflexión meditada antes de permitir alegremente esa inoculación a un hijo.
¿Se ha incumplido el Código Deontológico médico en los protocolos y la actuación durante la «pandemia»?
Tengo la sincera impresión de que la profesión médica en su conjunto ha patinado deontológicamente en el cumplimiento de lo que es deseable en nuestra práctica médica. Ese velar por el enfermo e intentar ayudarle en todo lo que alcance nuestro saber sin causarle perjuicio…
¿Cómo se puede ayudar “de la mejor forma” a los enfermos cuando la atención primaria ha estado cerrada, con una atención telefónica y sólo presencial en casos muy selectivos?
¿Cómo se le puede dar validez en cuanto a seguridad a unos productos experimentales con plataformas basadas en productos sintéticos producidos genéticamente, sin los estudios completados?
¿Cómo la organización médica colegial ha apoyado sin fisuras estas inoculaciones y está presionando al personal facultativo para cumplir con ese requisito para desempeñar su trabajo?
¿Cómo ha impedido la libre opinión de los médicos colegiados en un tema en el que no hay un consenso científico, incluso amenazando con expedientes a los médicos que disienten públicamente?
¿Cómo se explica usted que hablen en televisión de «inmunizados» al mismo tiempo que dicen que las vacunas no evitan la supuesta transmisión? ¿Y cómo es posible que digan que lo que hacen es prevenir cuadros graves cuando los propios fabricantes de las vacunas afirman que están indicadas para «casos leves y moderados de Covid»?
Utilizan palabras que las personas tienen asociadas con las vacunas. El concepto de vacuna es la generación de una protección inmunológica frente a la enfermedad mediada por el germen correspondiente. Efectivamente, estos productos no inmunizan frente al germen, con lo que no evitan ni la infección ni el contagio, con lo que emplear la palabra “inmunizados” es mentir descaradamente a la población.
También es incuestionable que en los protocolos originales de los estudios clínicos de las diversas plataformas de vacunas frente a covid-19, el objetivo era la disminución de la patología leve moderada. No contemplaban como objetivo primario la efectividad frente a casos graves, hospitalizaciones ni muertes. Lo de la efectividad frente a cuadros graves la han determinado con estudios posteriores, ya en la fase de aplicación masiva de esos productos.
Y aquí ahora hay mucho que hablar con la aparición de las mutaciones (por escape de las inoculaciones) y la afectación de personas ya inoculadas… con consecuencia de ingresos hospitalarios y muertes.
¿Cuáles cree que han sido los principales errores en la historia de la medicina?
Creo que la deriva que ha tenido la Medicina en la actualidad viene desde el cambio de paradigma propiciado por Pasteur y sus partidarios a finales del siglo XIX, junto al desarrollo industrial.
Con la aparición de los microorganismos en el escenario de las enfermedades, se les confirió la casi exclusiva capacidad de generar enfermedades. De ahí, al menos desde mi forma de ver mi profesión, poco a poco, se ha ido desvirtuando el arte médico en pos del aprendizaje de una serie protocolos a los que se está divinizando y que tienen como única meta la administración de remedios que la industria farmacéutica fabrica.
Otro gran error, ligado a lo anteriormente descrito es la dependencia del médico, tanto desde su formación en las universidades como, sobretodo, con su formación continuada, casi totalmente sostenida desde la propia industria farmacéutica. En general, veo que el médico de hoy en día no es libre, está atado a una forma de ver la enfermedad que lo único que está creando es una pandemia y ésta sí muy real: la pandemia de los enfermos crónicos.
La Medicina actual no sana, sólo la veo capacitada para hacer desaparecer síntomas temporalmente. No atiende a personas enfermas sino a enfermedades, órganos que protestan con síntomas. Al no ayudarle a las personas a sanar, las disfunciones de las diversas partes del organismo se van cronificando. Y en la última parte del camino llega la cirugía.
¿Cree que el dióxido de cloro es una asignatura pendiente para los médicos?
Veo que el dióxido de cloro, así como otras sustancias (ozono, antiparasitarios), han sido apartadas por la élite de la sanidad mundial del camino del estudio frente a la enfermedad Covid-19. Se atienen a premisas fundamentadas en apriorismos falsos, falsas creencias que han arraigado en la clase médica sobre la inherente maldad de sus efectos, negando la posibilidad de un estudio abierto con dichas sustancias.
Actualmente, la Medicina basada en la evidencia tiene grandes problemas de credibilidad cuando la experiencia personal de muchos colegas muestra otro tipo de realidades incuestionables.
Y para terminar ¿Cree que despertaremos a tiempo para evitar esta «distopía» que nos quieren imponer?
Quiero creer que sí, pero el contacto diario con las personas de la calle, con sus miedos, con sus máscaras innecesarias, con la obediencia ciega a lo que se les dice “por su bien”, a veces me hace dudar de si realmente la sociedad en su conjunto va a tener el reflejo de decir “basta” con la energía suficiente como para desbaratar este montaje.
Miquel Ruiz Ferri
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Según el estudio de la propia Pfizer los voluntarios con «síntomas compatibles con la covi» fueron 162 en el grupo placebo(18.000) y 8 en el grupo inyección (otros 18.000). Dado que 8=5% de 168, resulta que 100-5= al famoso 95%. La realidad es que el 1% de 18.000 es 180 y 168 es el 0,9% ; 8 es el 0,045%. Esto supone una tasa de protección real de 0,9-0,045= 0,85% menos DE CASOS LEVES entre los dos grupos (los graves ni se mencionan). Un saludo.
Hola, Eduardo.
Efectivamente, no es correcto orientar toda la propaganda en el uso de la disminución del Riesgo Relativo (ese 95%) sino en la contemplación de la disminución del Riesgo Absoluto (ese 0’85%). Pero, está claro que no interesa esta otra cifra para convencer de la eficacia de un producto nuevo y su posterior venta y aplicación masiva.
Salud para ti y los tuyos.