Fármacos a la Carta

Acabo de escribir un comentario en un blog muy interesante, editado por Miguel Jara, un periodista independiente que se ha atrevido a denunciar temas oscuros que tienen que ver con la Salud (vacunas, contaminaciones variopintas -wifi en los colegios, por ejemplo-, la actuación de los lobbies de la Industria en sus diferentes manifestaciones frente al poder político…). Desde aquí os invito a visitar su blog, al menos de vez en cuando…


El tema de hoy tiene que ver con el consumo de fármacos. Mejor dicho, con cómo los médicos hoy día se ponen las botas de recetar fármacos de nueva patente que podrían ser sustituidos por otros genéricos o tan solo más antiguos (que suelen ser más baratos y a veces más eficientes que los «modelnos»).

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¡Hola, Miguel! Como siempre, una entrada interesante y que da en la línea de flotación del sistema médico imperante en la actualidad: la utilización de fármacos de síntesis como «único medio para lograr la salud».

Incluso el sector de médicos con mente crítica que están dentro del sistema (blog «el Supositorio», por ejemplo) da muestra de su descontento por el mercantilismo en el que ha caído la Medicina hoy día, y lo denuncia sin rubor.

Yo hace ya 16 años que no utilizo ningún fármaco ni suelo recomendar otro tipo de «remedios», y las personas que se acercan mejoran en la evolución de sus dolencias. ¿Cómo es eso posible sin el empleo de la farmacopea exógena? Muy sencillo: estimulando la farmacopea interna. Nuestro Ser es capaz de producir todo aquello que «necesita», con lo que no es necesario practicar por protocolo general una dinámica sustitutiva de sustancias deficitarias por productos de origen externo como forma de estimular la salud.

Y ahí es donde la Industria Farmacéutica se revuelve de impotencia-rabia (a través del colectivo médico organizado en asociaciones de especialidades, prácticamente todas ellas, de forma muy casual, subvencionadas por la propia Industria) ante la mínima posiblidad de que los médicos sepan cómo utilizar y tengan la posibilidad de sacar partido de los recursos sanadores de la propia persona.

Pero para que esa posibilidad se dé es necesario, perentorio diría yo, que el profesional esté el tiempo suficiente con el paciente que le consulta su padecimiento. No es suficiente escuchar, estar el tiempo adecuado pero sí es condición necesaria para lograr el resultado final.

Y tras empatizar con la persona…, ¿qué más puede hacer el médico? Y ahí me decanto por evitar emitir un juicio diagnóstico convencional, dado que la finalidad de compartimentalizar los procesos mórbidos es colocarles una etiqueta que abrirá un camino espedito para la aplicación de un tratamiento a utilizar «en serie» a todas las personas que padezcan la misma «enfermedad».

Y es que en la Facultad de Medicina nos enseñan que «no hay enfermedades sino enfermos». Como frase está muy bien… pero, en la práctica diaria ambulatoria (y hasta en los mejores médicos «de pago») hay un desmedido intento de diagnosticar enfermedades en lugar de propiciar estados de salud. La enfermedad es el sujeto más importante de la Medicina, no la Salud. Incluso el propio diagnóstico y el posterior tratamiento se han erigido como unas acciones propias y exclusivas (legalmente) de los médicos, cuando todo individuo puede tener acceso a su propia capacidad sanadora.

Soy consciente de que me estoy metiendo en un tema que supera el marco de este comentario a una entrada de blog, pero soy una persona con unas convicciones fuertes y que, en la práctica, he visto lo factible de ayudar a las personas no dañándolas con efectos adversos insospechados (o conocidos y ocultados) ni instaurando la marca indeleble de un diagnóstico fatal («padecimiento y medicación de por vida», «le quedan 6 meses»…, o similares) en forma de «tatuaje» que luego es muy difícil borrar de la mente de las personas.

No, no me puedo callar ante realidades de este tipo, tristemente de candente actualidad.

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Salud para ti y los tuyos.

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