Impresionante Gergiev-Mahler
El pasado viernes, 17 de Diciembre, tuve el placer de cantar en el Baluarte de Pamplona (el auditorio de mi ciudad) la parte coral de la «II Sinfonía – Resurrección», de Gustav Mahler. No era la primera vez que lo hacía pero ya mi recuerdo estaba casi en el olvido (hace más de 20 años que lo canté en la prestigiosa Semana de Música Religiosa de Cuenca), en lo que supone escuchar la explosión de matices de todos los colores que se dan cita en esta obra mientras esperaba el momento de cantar.
En aquella oportunidad, recuerdo que salí maravillado del sonido orquestal. A decir verdad, ya no recuerdo con qué conjunto orquestal tuve el placer de cantar; el caso es que me pareció una gran diferencia con el sonido escuchado a través de la grabación de un disco, tal y como hasta ese momento había vibrado con la obra. Además, como sucede con la 9ª Sinfonía de Beethoven, tenemos tiempo de ser espectadores
Todo un lujo ser espectador, más que de primera fila, de una combustión de texturas y timbres que van desde el pianísimo susurrante hasta el mayor de los estruendos acústicos que he oído en concierto alguno en directo (sólo lo ha superado, que yo recuerde, una «mascletá» presenciada en Benicarló.
También es la segunda ocasión que tengo el honor de ser dirigido por el maestro Valery Gergiev. Y en las dos ocasiones el anfitrión o protagonista ha sido Gustav Mahler con alguna de sus sinfonías (en la primera ocasión fue la VIII, ahora la II).
Así como en el primer contacto saqué una impresión ambivalente, no desmereciendo su fama pero con una sensación algo agria desde el punto de la, para mí, entonces, falta de atención hacia el coro…, anteayer fue sublime… Y no lo digo por su especial dedicación de cara al coro, que íbamos sin partitura, todo ojos hacia él.
El único ensayo que hicimos previo al concierto fueron unos escasos minutos, dado que se suspendió el ensayo general de la tarde. Hay que decir que, viendo al maestro desde la perspectiva de un ciudadano común…, es un señor que «no vive» o, dicho de una forma más clara o contundente, no debe tener tiempo ni para cagar. Cada día está en una nueva plaza, con una obra que suele ser distinta, habitualmente…
De los pocos minutos que estuvimos con él en el ensayo previo al concierto, la mitad del tiempo lo utilizó para probar el sonido de los trompetas que colocó fuera del escenario…, y para ver cómo marcaba (con errores nuestros de seguimiento, con el subsiguiente desconcierto, claro) el tempo en algunos de los fragmentos que cantábamos… Finalizó el «ensayo» con un agradecimiento al coro por los conciertos que dio el Orfeón Pamplonés en Washington y New York a sus órdenes en el pasado mes de Octubre. ¿Qué pasaría en el concierto, minutos más tarde?
Un espectáculo sublime, increíble, inenarrable el «show» de su orquesta en los primeros movimientos de la sinfonía mahleriana. Él, sin batuta, manejando las manos a diestro y siniestro, desmenuzando no sé qué con sus dedos (pero de manera continua), haciéndolos bailar por doquier, inquiriendo con su potente mirada a cada músico al que le requería ese «algo» que inmediatamente conseguía escucharse, emanando de su boca unos bufidos de alta energía en cada enérgico movimiento de brazos… En fin, no sé cómo explicar lo que se me dio vivir en el escenario del Baluarte. Hay que estar ahí…
Salud para ti y los tuyos.