La Ciencia siempre avanza
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Como ya es habitual en este blog, y como deferencia a las personas que prefieren escuchar a leer, voy a colgar a continuación el vídeo del texto.
La Ciencia se caracteriza por estar moviéndose continuamente, avanzando. Nunca se queda enrocada indefinidamente en un paradigma. Lo que ayer era tomado como verdad, hoy no lo es. Con lo que la Ciencia no es un conjunto de verdades sino un procedimiento para delimitar lo más certeramente posible la verdad en un momento dado.
Hace un tiempo tomé nota de una idea que escuché o leí a…, perdonadme pero se me olvidó apuntar su nombre y no recuerdo dónde lo leí o escuché. Y anoté esta idea para poder hacerme eco de ella en algún momento. Ahora ha llegado esa ocasión.
Para que la Ciencia tome un hecho como verdad, por ejemplo que un factor esté relacionado causalmente con una realidad o sobre la eficacia de un fármaco u otra intervención, no basta con cualquier tipo de estudio. Hoy en día, los estudios más «top» son los ECA, los ensayos clínicos aleatorizados.
Los ECA son estudios experimentales y prospectivos; o sea, que se desarrollan hacia adelante en el tiempo. Los participantes se dividen aleatoriamente al menos en dos grupos: uno o más de intervención (las personas que interactúan con una sustancia, por ejemplo) y otro de control, al que se le da generalmente un placebo, una sustancia inerte, sin ningún efecto constatable.
La aleatorización entre los participantes del estudio formando diversos grupos ayuda a equilibrarlos en cuanto a una serie de factores que podrían influir sobre los resultados. Aun teniendo en cuenta estas características, es posible que todavía haya sesgos a la hora de interpretar los datos y los resultados del estudio.
En la actualidad, está a la orden del día la manipulación estadística. Mi profesor de bioestadística, que en gloria esté y al cual estoy muy agradecido pues me ayudó en el análisis de los datos de mi tesis doctoral, siempre decía que la estadística se puede utilizar para probar casi cualquier cosa que interese.
Ya lo pudimos comprobar con la supuesta eficacia del 95% en los estudios de Pfizer sobre su producto frente a Covid-19. Tremenda falsedad argumental pero de la que se hicieron eco todos los medios, científicos y generales de todo el mundo, dándole validez y rango de verdad absoluta.
Si se quiere afinar a la hora de establecer una relación causal entre un hecho y algún factor se necesitan cumplir dos premisas, inseparables la una de la otra.
Por un lado, a nivel poblacional, colectivo, es obligado que se cumplan una serie de criterios llamados «criterios de Bradford Hill». Se formularon allá por los años 60 del siglo pasado y, generalmente, son aceptados conjuntamente como prueba a la hora de asegurar la relación causal entre factores y hechos.
Son 9 criterios, y es importante avanzar que ninguno de ellos por sí solo puede proporcionar evidencia irrefutable de una relación causal. Para describirlos me he sentido tentado a utilizar la IA de mi navegador (cruzo dedos).
- Fuerza de asociación: la relación entre el posible agente causal y el efecto debe ser fuerte. Una asociación débil puede ser casual, pero una fuerte es más probable que sea causal.
- Consistencia: la asociación debe ser constante en diferentes estudios y circunstancias.
- Especificidad: el efecto debe ser específico para la causa propuesta.
- Relación en el tiempo o Secuencia temporal: la causa debe aparecer antes que el efecto.
- Gradiente biológico: existe una relación dosis-respuesta. Es decir, a mayor exposición, mayor respuesta; a menor exposición, menor efecto.
- Plausibilidad biológica: la causa propuesta debe tener lógica biológica para explicar el efecto.
- Coherencia: la interpretación de causa y efecto no debe entrar en contradicción con el comportamiento propio de la enfermedad o lesión.
- Experimentación: la capacidad de reproducir experimentalmente la asociación causa-efecto ayuda a confirmar la relación de causalidad.
- Razonamiento por analogía: se fundamenta en relaciones de causa-efecto establecidas, con base a las cuales si un factor de riesgo produce un efecto a la salud, otro con características similares pudiera producir el mismo impacto a la salud.
No me voy a extender en las explicaciones sobre estos criterios, pues para mí, el factor más importante a la hora de poder contemplar una nueva realidad en ciencia es la segunda premisa de las dos a las que he hecho referencia más arriba.
Ésta no es metodológica sino puramente individual, personal. Y para mí es la que marca la diferencia y hace que una persona pueda ser un científico serio o no. Hablo, ni más ni menos, de que la persona tenga una mente abierta.
Una actitud que le lleve a aceptar que pueda caber la posibilidad de que algo nuevo, de forma sorpresiva, salga a la luz como una realidad fuera de duda. Incluso si esa nueva realidad es totalmente disruptiva en relación con los conocimientos que se toman como ciertos hasta la fecha.
Y esta actitud que caracteriza al verdadero científico es la que más echo en falta en la ciencia de hoy en día (tristemente escrita con minúscula) y entre los periodistas, otra profesión en la que se debería estar abierto a la posibilidad de que pueda suceder cualquier realidad y dar testimonio de ella.
Hoy en día, a la mayoría de mis compañeros médicos les resulta prácticamente imposible contemplar la posibilidad siquiera de que las vacunas (reales o falsas) estén provocando efectos adversos. Su reacción inmediata es, evidentemente, tomarlo como una anomalía y, por supuesto, no declarar la sospecha de efecto adverso utilizando los cauces oportunos.
Así es como los sistemas de notificación de efectos adversos se nutren solamente de entre un 1-10% de los efectos adversos provocados realmente.
Voy a poner un punto de confianza en el futuro y, desde luego, voy a seguir mostrando la realidad que veo a mi alrededor.
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Salud para ti y los tuyos.