La Polaridad en el Ser Humano

No me suele gustar demasiado la adscripción de temas concretos (y, hoy en día, de lo más variados) a fechas concretas. Sobre todo, porque se tiende a alojar en una única fecha el reconocimiento a esa realidad que, debería estar ahí, latente y sobrenadando, durante todo el año.



Quizá uno de los días más emblemáticos a nivel global, y con más protagonismo mediático y social, es el «día de la mujer trabajadora». Aprovecho, pues, lo reciente de la fecha, para reconocer el valor de la mujer como una de las dos formas de ser humano, como producto excelso dentro de un muestrario interminable, por lo variopinto, de encarnar el principio femenino en esta vida mundana que nos toca vivir.


¿Qué sería de la Humanidad sin la realidad centrada y equilibrada de ambos principios polares, el masculino y el femenino? Bueno, pues, asomaos a las ventanas de la realidad y observaréis lo que hay, cómo está el panorama… Aun reconociendo que la sociedad, en su conjunto, va avanzando en la correcta recolocación de los dos patrones diferenciados de ser humano (hombre y mujer), debemos ser conscientes de que la velocidad de este proceso no va al ritmo que sería más idóneo de cara a la equiparación de estas dos realidades.

 

 

Pero eso de la equiparación entre las realidades «hombre» y «mujer»…, ¿qué es? Y es que ahí, ya, comienzan los desencuentros en los integrantes de la sociedad.¿Cómo podemos igualar dos realidades tan dispares? Se me ocurre que las cosas irían de otra manera si anteponemos, colocando en primera fila de esta «confrontación», una actitud con dos componentes importantes: el respeto y la aceptación.
Curiosamente, he elegido (mejor dicho, he «regurgitado») dos palabras de género diferente (masculino y femenino). ¿Casualidad?, ¿coincidencia?, ¿sincronicidad? Esta cuestión, de primeras, me trae a la consciencia la difícil tarea de adecuar el lenguaje (y hablo del castellano) para que nadie, ningún integrante de los dos géneros, se sienta ofendido. Este tipo de situaciones, a menudo, raya lo absurdo (para mí, claro). Si queréis y tenéis tiempo y ganas para marear la perdiz, podéis leer cuestiones al uso tras estos enlaces (1, 2, 3,…).
Pero es que el tema es mucho más profundo que el hecho de quedarnos mareando la perdiz y liarnos a tortas y atrincherarnos en posturas inamovibles en el uso del lenguaje (y eso que considero que el lenguaje es «sagrado», y que tiene un poder insospechado en manos de la persona que se dedica de forma inconsciente a, no ya regurgitar, sino vomitar palabras como poseso…).

 

 

En el plano de la existencia en la que estamos viviendo, están presentes y funcionan dos principios polares, diferentes y complementarios: una realidad femenina y otra realidad masculina. Y esto me lleva a honrar y descubrirme frente a la sabiduría de la Tradición China, con su Cosmogonía (su idea de la realidad universal), puesto que al estudiar en mis tiempos mozos Medicina Tradicional China, aprendí que desde la Unidad (la llaman «Tao») la realidad se aboca a dos polaridades (Yin y Yang), en un incesante movimiento entre ellas…
Una de las grandes enseñanzas subyacente en esas bases de pensamiento es que dentro del máximo Yin hay una semilla de Yang, y ocurre lo mismo en la otra polaridad. Y esto sería bueno poderlo identificar en todas y cada una de las distintas realidades de nuestra vida: ¿existe el «Bien» sin mancha?, ¿acaso existe el «Mal» sin siquiera una mota de bondad? ¿Cómo sería posible la identificación del «Bien» si no hubiera, en contraposición, un «Mal» al que compararlo? Entonces, ¿nuestra finalidad sería combatir el Mal? Estoy seguro de que la cosa no va por ahí.
Sería oportuno, asimismo, observar las características que conforman «lo masculino», y las que conforman «lo femenino» (los chinos seguirían hablando en términos de energía «Yang» y «Yin», respectivamente). ¿Cuál es mejor? Está claro que hoy día, muchas mujeres, desde su posición de segunda fila en el orden social sustentado por los varones (y ya no digo «hombres» porque estaría incluyendo en este término también ahí, como seres humanos, a las mujeres…), repito, muchas mujeres, hoy en día, preferirían integrar el bando de los varones…
La realidad es que no puede subsistir ninguno de los principios polares sin el otro. Así, desde la complementación de funciones, siendo diferentes en la forma, en las características constitutivas de ambos principios, lo masculino y lo femenino deben ser respetados y aceptados con sus peculiaridades genéricas.

 

 

¿Hacia dónde nos dirigimos? Mi creencia es que estamos aquí, en este mundo, para alcanzar la maestría en la vivencia de los opuestos, de las polaridades…, para llegar, finalmente, a trascenderlas. Es como el tema del «ego». Cuando oigo repetidamente (desde corrientes «new age» o desde personas que beben sin medida en fuentes de sabiduría oriental) que el ego hay que desdibujarlo, hacerlo desaparecer…, siempre repito lo mismo: Ésa es la última etapa, pero para conseguirla debemos vivir con el ego que hemos construido, sabiendo dominar cada una de sus características individuales, para sacar el máximo beneficio de él y no para escudarnos en sus mecanismos de defensa neuróticos (que también nos facilita atentamente).
Todos tenemos una energía femenina y una energía masculina, tanto seamos varones como mujeres. Unos tenemos más sensibilidad que otros, más fuerza bruta, más tesón, más compasión, más… (lo que queráis añadir). ¿Y qué hacer con estos componentes inherentes a cada ser humano? Pues tendremos que reconocerlos en cada uno de nosotros y aceptarlos, tal y como  somos. Eso no es empecinarnos en posturas inamovibles (como en las trincheras que antes he descrito) sino propiciar la fusión de ambas realidades. Personalmente, me dedico profesionalmente a ayudar a las personas a realizar este trabajo de autoidentificación, de autoconocimiento, dentro de un proceso que genera autosanación.

 

 

Y, para vivir adecuadamente este proceso individual, convivimos con nuestros semejantes, en forma de pareja, padre, madre, hermanos, hijos, vecinos, amigos, compañeros de trabajo o de entretenimiento… Ahí, cada día, tenemos la posibilidad de mirarnos a los espejos que ellos son, reconocernos, aceptarnos, y poder modificar el espectro que nos parezca más adecuado, más apetecible, de cara a ser mejores seres humanos (…«macho y hembra los creó…»).
Desde aquí mi recuerdo y mi reconocimiento a esas mujeres que sufrieron y murieron en ese telar de Nueva York en un 8 de Marzo de no hace tanto tiempo (un siglo), y que sirvió para que otros seres humanos tomaran esta fecha como estandarte y se empeñaran en avanzar como una Humanidad unida hacia un proceso de trascendencia «hermafrodita». Aunque hoy día se cuestiona el propio origen del mito del 8 de Marzo (podéis leer sobre ello aquí), aprovecho para rendir homenaje, desde el respeto, a cada mujer con la que me he cruzado en mi vida… Y a la primera a la que rindo homenaje es a mi madre (aunque no sea el «día de la madre», je-je), sin cuya colaboración, mi persona no habría tenido la oportunidad de vivir esta vida. Gracias.

Salud para ti y los tuyos.

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2 comentarios

  1. Estar aqu’i alla con la mente compartida y sin saber que hacer es un gran problema psicológico.

    1. Hola, Federico. Es más interesante, a mi modo de ver, ser el dueño de mi mente para enfocar mi atención donde mejor pueda vislumbrar la realidad que la vida me presenta y poder así gestionar lo más adecuadamente posible mi experiencia.

      Para todo ello, es interesante conocer cómo hemos venido a vivir, de qué materia prima estamos construidos, y para eso, tenemos en nuestra mano diversas herramientas que nos pueden ayudar en esa tarea de autoconocimiento (Carta Astral, mapa del Diseño Humano, árbol de la Numerología…), y poder afrontar, ya con nuestras propias herramientas, cualquier problema psicológicolo que se nos pueda haber generado.

      Salud para ti y los tuyos.

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