Más Mentiras
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La Verdad antiguamente era un valor a respetar y mantener. Eso de los valores parece que está pasado de moda, al ver qué dicen y hacen las personas y los grupos que nos dirigen.
Como ya es habitual en este blog, y como deferencia a las personas que prefieren escuchar a leer, voy a colgar a continuación el vídeo del texto.
En ocasiones, no es que se mienta directamente pero se puede falsear la realidad de los hechos omitiendo mostrarla por completo o haciendo referencia a medias verdades.
Pero todavía quedan ejemplos en los que lo que se afirma es totalmente falso… sin que los «fact-checkers» digan «ni mu». Pero ahí queda escrito para las personas que escuchan atentamente a los profesionales que, teóricamente, son puntos de referencia en su rama de conocimiento.
Teóricamente, estos profesionales deben tener mucha información…deben saber mucho… pero, a la vista de sus declaraciones, su saber se lo deben guardar en la caja fuerte de sus casas.
Sale a la palestra el Dr. John Bell (Sir John Bell), un ilustre profesor de la Universidad de Oxford y codiseñador de la inoculación de AstraZeneca. Por su bagaje, este hombre debe saber de lo que habla en el terreno de las inoculaciones Covid-19, ¿no?
Pues en una entrevista llega a soltar las perlas siguientes:
«La mayoría de las personas que han recibido la vacuna están completamente seguras» …
«Las personas que mueren ahora, desde julio pasado, no están vacunadas. Esto es trágico»…
Lo que me parece trágico a mí es que una persona de este calibre profesional haga las anteriores declaraciones mintiendo repetidamente, falseando la verdad descaradamente.
Parece que Sir John Bell no se ha enterado de que el principal foco de enfermedad Covid-19, de las hospitalizaciones y muertes por Covid-19 está, precisamente, en las personas vacunadas.
A mí, por el contrario, sí que me ha llegado la información de que en el mismo Inglaterra, donde tiene su sede su universidad, los datos oficiales de la Oficina de Estadísticas Nacionales (ONS) muestran hechos interesantes de comentar respecto a las tasas de mortalidad relacionadas con las inoculaciones Covid-19.
Hace pocos meses, en febrero, han sacado las cifras sobre la tasa de mortalidad estandarizada por edad de todo el año 2021 por meses y por estado de vacunación. Una cifras suficientemente elocuentes por sí mismas.
Miremos la siguiente gráfica:
Desde primeros de mayo de 2021, la tasa de mortalidad estandarizada por edad en personas inoculadas superó a la tasa de personas sin inocular. Pero es que la evolución en un mes elevó este aumento de la tasa de mortalidad en inoculados a cuatro veces más que la correspondiente a los no inoculados.
Parece que Sir John Bell tampoco se ha enterado de que los inyectables Covid-19 no son capaces de evitar la transmisión del bicho ni el contagio de la enfermedad. Lo que en términos que él debe entender, estas inoculaciones no son «esterilizantes».
Y no es que estos productos experimentales no impidan el contagio y la infección del huésped sino que, además, parecen disminuir la respuesta inmune que, de no inocularnos, las personas alcanzaríamos por nosotros mismos.
Esto lo dicen hasta los mismos fabricantes. La misma empresa Moderna, en su estudio original muestra lo siguiente:
- En el grupo control (a los que inicialmente no inocularon el producto) y que posteriormente pasaron Covid-19, se detectaron en el 93% de ellos (una amplísima mayoría) anticuerpos antinucleocápside. Estos anticuerpos no los fabrican los productos inoculados, dirigidos únicamente hacia la producción de la famosa proteína «spike».
- En el grupo inoculado con el producto de experimentación se detectó dicho anticuerpo antinucleocápside únicamente al 40% de los que pasaron posteriormente Covid-19.
¿Qué quiere decir esto? Pues que esos productos, no sólo no impiden la transmisión del bicho y el contagio de la enfermedad, sino que limitan la capacidad del sistema inmune de los inoculados para defenderse del virus completo. Tal cual.
No sólo están inoculando en los cuerpos de las personas-conejillos de indias la orden para generar un producto tóxico como es la proteína «Spike», sino que está impidiendo la funcionalidad normal de sus sistemas inmunes. ¿Qué se proponen?
Este «experto» en inoculaciones sigue diciendo:
«Sería sensato dar más vacunas de refuerzo en el próximo otoño a las personas mayores de 65 años y a personas con deficiencias en su sistema inmune»…
Desde un punto de vista teórico, sí que es así. Habría que proteger a los más indefensos, inmunológicamente hablando… Pero en la práctica, cuando en los datos del mismo informe de la ONS inglesa, se comprueba que:
- En el grupo de edad entre 80 y 89 años, el recuento de muertes entre las personas inoculadas es 2’5 veces más que en el grupo de no inoculados.
- En el grupo de mayores de 90 años, es 2’6 veces mayor…
Entonces, al observar lo que ocurre en la vida real, ¿sería igual de interesante y conveniente reinocular a los más mayores si les supondría llevarles a la muerte con mayor facilidad? ¡¡En fin!!
Parece ser que el sentido común no impera. En el Reino Unido, en lugar de saltar las alarmas ante esas cifras, se cerró cualquier posible debate respecto a la relación entre las inoculaciones y las malas noticias, tales como efectos adversos de cualquier tipo, incluso la muerte.
Como ya sabemos, esa tendencia fue generalizada, ocurrió (y sigue ocurriendo) en todos los países, llevando a críticas salvajes y a la censura más cavernícola en las redes a cualquier forma de disidencia sanitaria.
Bueno, pues sigamos con Sir John Bell. En la entrevista que leí también jugó a adivino… pero me parece que su futuro en esas lides no lo tiene muy asegurado. Decía:
«Pueden pasar dos cosas:
- Que las vacunas realmente duren un año o 18 meses con efectividad contra la muerte.
- Que salga una variante mucho más patógena, en cuyo caso necesitaremos otra vacuna»…
Este señor todavía está encaramado en el guindo; todavía no ha caído de él. ¿Que la efectividad de las inoculaciones duren un año o 18 meses? Sin palabras.
Y la otra alternativa que plantea, que salga otra variante más patógena, para la que necesitaríamos otra inoculación. Para comentar esta idea que el personaje escupe con total naturalidad al lector, dejo otro de sus pensamientos (esta vez más atinado con la realidad).
Veo un posibilidad muy alta de que si surge una nueva variante sea relativamente leve, como Ómicron. Las posibilidades de que haya una variante más letal son muy bajas pero no nulas.
Ya no sólo hay falsedad en sus mensajes sino que cae en una contradicción impresionante. ¿En qué quedamos? ¿Qué grado de probabilidad hay realmente en que, si sale una nueva variante, sea tan letal que haga necesaria una nueva inoculación?
La realidad, una vez más, es tozuda. En el devenir natural de los virus (según la teoría microbiana), lo natural es que si muta, elija ser mucho más contagioso… pero mucho más liviano de pasar. Entonces, ¿a qué viene alarmar a la población soltando esas frases frontalmente?
Está claro que las posibilidades, en la evolución natural, de que surjan variantes más letales son muy bajas, y también que nunca se puede plantear en biología una probabilidad nula de que ocurra algún proceso.
¿Qué probabilidad existe de que a una persona le caiga un rayo en un descampado mientras luce una camiseta de rayas y está bailando la «yenka»?
Pues eso…
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Salud para ti y los tuyos