Salud y Condición Social

«El lugar que cada cual ocupa en la jerarquía social afecta a sus condiciones de crecimiento, aprendizaje, vida, trabajo y envejecimiento, a su vulnerabilidad ante la mala salud y a las consecuencias de la enfermedad», afirma el informe realizado por la Comisión de Determinantes Sociales de la Salud de la OMS.

«La nefasta combinación entre malas políticas y deficientes arreglos económicos es responsable en gran medida de que la mayoría de la población del planeta no goce del grado de buena salud que sería biológicamente posible», sostiene la comisión. «La injusticia social mata a muchas personas», concluye. Sobre el mapa mundial, la mala salud se solapa con la pobreza, ante lo que el informe plantea la necesidad de resolver una demanda histórica: un reparto equitativo de los recursos. Un 80% de las personas que murieron el año pasado por enfermedades cardiovasculares habitaba en países con una renta media o baja. Un 80% de los diabéticos habita igualmente en países pobres.

Mientras un 90% de la población tenga que vivir con menos de dos euros al día, en tanto las necesidades mínimas pendan de un hilo, la capacidad individual para escoger un estilo de vida saludable es nula, aseguran los expertos.

En países como Mozambique, donde hay que caminar más de media hora para obtener agua, la libertad para decidir si tomar determinada agua para evitar infecciones no existe. Sólo se puede beber o comer lo que hay, y cuando hay. «La causa de las enfermedades transmitidas por el agua no es sólo la falta de antibióticos, sino la suciedad; el origen de las cardiopatías no es sólo la carencia de unidades de atención coronaria, sino el modo de vida de la población, que está configurado por el entorno en que vive; la obesidad no es culpa del vicio personal, sino de la excesiva disponibilidad de alimentos ricos en grasas y azúcares», indica la comisión. También constata que los más pobres consumen más tabaco y beben más.

El informe de la OMS avisa de que las desigualdades son cada vez mayores. En 1980, los países más ricos, que albergan un 10% de la población mundial, tenían un ingreso nacional bruto que multiplicaba por 60 al de los países más pobres. Tras 25 años de globalización, la diferencia se ha multiplicado por 122.

En los países con economías en transición, preocupa especialmente el incremento desorbitado de la obesidad. Entre 1995 y 1999, India y China han doblado su consumo de comida rápida. México casi lo ha triplicado.

«En los países ricos, tener pocos ingresos significa tener un menor acceso a la educación, ocio, sufrir desempleo, inseguridad laboral, peores condiciones de trabajo y habitar en barrios menos seguros». En Estados Unidos se habrían evitado más de 800.000 muertes entre los años 1991 y 2000, si las tasas de mortalidad de blancos y negros hubiesen sido iguales.

En España, las desigualdades también se encuentran tanto nacional como localmente. En el suroeste español la pobreza, los riesgos laborales y la presencia de ciertas industrias hacen que las cifras globales sobre salud sean peores que en el resto de España, según explica Joan Benach, codirector de la Red de Condiciones de Empleo y Desigualdad en Salud que forma parte de la Comisión de Determinantes Sociales de Salud de la OMS. Las diferencias también se encuentran localmente, entre barrios de una misma ciudad.
En Barcelona, un niño nacido en Ciutat Vella, un barrio con una renta más baja y la mayor concentración de población inmigrante de la ciudad, tiene una esperanza de vida media de 73 años. Para otro varón nacido en el acomodado Eixample, la esperanza de vida es de cinco años más, 78 años. Entre barrios de Madrid existen diferencias similares. La esperanza de vida media en el barrio de Vallecas, el distrito con el peor indicador de renta de la ciudad (9.800 euros al año de media), es de 79 años, mientras que en el barrio de Salamanca (renta media de 17.800 euros al año), es de 83 años.
«Hay muy pocos problemas que sean puramente genéticos o biológicos. Hay que incorporar los procesos sociales a la biología humana», según Benach. La coyuntura laboral es una de las determinantes sociales mejor estudiadas. Los trabajadores con menores ingresos y mayor precariedad laboral tienen peor salud. La incertidumbre y la falta de control producen niveles de estrés que acaban dañando la salud mental. Entre los trabajadores no cualificados la incidencia de patologías dolorosas es también mayor: el 15% sufre dolor crónico cervical, el 22,7%, lumbar y el 10% padecen frecuentes migrañas. Entre las mujeres estos porcentajes se duplican en todas las dolencias. En dolores de cabeza, se triplica.

Un especialista en hábitos saludables de la Universidad de Bristol, David Gordon, se atreve a soltar los siguientes consejos (como si fuera fácil seguirlos por una persona en esas condiciones): «no seas pobre; y, si lo eres, deja de serlo cuanto antes. No te sometas a un trabajo precario y mal pagado. No vivas en un barrio pobre y contaminado».

“España siempre ha sido el país con menores desigualdades entre clases en cuanto a enfermedades cardiovasculares, pero desde el momento en que la dieta mediterránea ya no es la más asequible, se puede acabar ocasionando una mayor incidencia de enfermedades”, afirma Antonio Daponte, director de docencia e investigación de la Escuela Andaluza de Salud Pública.
El informe sobre desigualdades de la OMS afirma que “las políticas comerciales incentivan la producción, el comercio y el consumo de alimentos altos en grasas y azúcares en detrimento de la fruta y los vegetales, lo que se contradice con las políticas de salud pública”.

Un estudio que se publica en la prestigiosa revista médica New England Journal of Medicine, basado en estudios de 360.000 europeos (40.000 españoles) confirma que la obesidad abdominal, localizada en la barriga y la cintura, aumenta las patologías mortales. Un varón de talla media con más de 120 centímetros de cintura, y una mujer con más de 100 tienen el doble riesgo de morir prematuramente que un hombre con un perímetro de 80 centímetros y una mujer con 65.

Salud para ti y los tuyos.

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