Síndrome de Hiperactividad y Déficit de Atención (1)

Como parece que no hay casualidades sino un fenómeno llamado sincronía (cada vez más común de observar si estamos atentos al escenario…), mientras estaba editando la entrada anterior he visto un artículo que, fechas atrás, lo había guardado en el escritorio y que versa sobre el mismo tema.

El título es de portada: Uno de cada tres niños holandeses toma fármacos para la hiperactividad. Las autoridades buscan explicación al aumento de prescripciones. Lo escribe ISABEL FERRER, y está fechado en La Haya en 03/02/2009. Desconozco dónde está publicado, por lo que omito esa información.

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Cerca de 750.000 niños holandeses de cinco a 15 años (un 34,2% de los comprendidos en esa franja de edad, que son 2.191.164) tomaban a finales de 2008 fármacos para controlar el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). La cifra resulta sorprendente si se tiene en cuenta que la incidencia de este trastorno mental ronda el 5% en los países desarrollados. Las autoridades sanitarias están buscando una explicación al alarmante aumento de las prescripciones de estos fármacos, en su mayoría derivados de las anfetaminas.
Algunos expertos temen que se esté medicando a niños que no lo necesitan.
La primera en llamar la atención sobre la situación ha sido la Fundación para la Estadística de la Farmacia, que revisa las recetas que se extienden en Holanda. Según sus datos, un 75% de los pequeños que tomaban psicoestimulantes como Ritalina o Concerta eran chicos. El 25% restante eran chicas, pero entre ellas ha aumentado mucho el diagnóstico. Concretamente, un 40% desde 2007 y un 33% en el primer semestre de 2008. Entre los niños, el aumento fue de un 34% y un 23%, respectivamente.
Mientras llega la explicación oficial, la fundación ha señalado que los bajos precios de los genéricos de fármacos indicados para el TDAH «no parecen haber contribuido al aumento de las recetas». Otra posibilidad es que ahora se afine más en el diagnóstico y, por tanto, afloren más casos que antes no se hubieran catalogado como hiperactividad. O, por extraño que parezca, también puede suceder lo contrario: que se esté medicando como hiperactivos a niños que no lo son a pesar de mostrar síntomas parecidos.
Esta última hipótesis, aún por demostrar, es la que preocupa a Trudy Dehue, psicóloga y filósofa de la Universidad de Groningen. Autora de uno de los libros de referencia sobre el incremento de las depresiones en los países ricos, La epidemia de la depresión, sostiene que los padres tienen hoy una doble responsabilidad. «En una sociedad donde se mide a la gente por sus prestaciones, se pueden sentir culpables del hecho de que sus hijos puedan no funcionar de forma satisfactoria. Nadie quiere que en el futuro sus hijos puedan echarles en cara que no tuvieron suficientes oportunidades por no haberles dado unos medicamentos que estaban a su alcance. Lo malo es que también pueden ser criticados por brindárselos, pues no son productos inocuos y los niños, al tener que medicarse, pueden acabar interiorizando que no son suficientemente buenos siendo ellos mismos», dice.
Dehue reconoce que hay niños hiperactivos que pueden beneficiarse del apoyo de la psiquiatría, pero apunta que tal vez otros casos requieran un enfoque más sociológico que individual: «Escuelas más pequeñas; menos actividades extraescolares; menos presión para ser mejor de lo que se es; más espacio para jugar fuera», propone. «La industria farmacéutica se ha aprovechado de la ambigüedad del manual de la Asociación de Psiquiatría de Estados Unidos [DSM-IV] sobre qué se puede considerar TDAH, para ofrecer sustancias destinadas a lograr que las chicas estén calmadas», añade.
Su opinión es compartida por un sector de los psiquiatras holandeses, reacios a recetar demasiado pronto psicoestimulantes a los menores. Otro grupo, por el contrario, cree que las tensiones de la sociedad han desencadenado la aparición del trastorno. «Yo preferiría que se diera menos importancia a la mejora del individuo, ya sean niños o adultos. Mejorando las precarias circunstancias en las que muchos viven, cambiarían ya muchas cosas. No habría que etiquetarlos en masa de enfermos psíquicos, porque ese calificativo acaba formando parte de su identidad», concluye.
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Y hasta aquí el artículo. Queridos amigos, en estos momentos me asalta la necesidad de plantear una pregunta al aire: ¿deseamos conseguir niños a la carta, o reservamos nuestro buen hacer para desarrollar lo más ampliamente que podamos las características que traen nuestros retoños?

Salud para ti y los tuyos.
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