Solsticio de Verano
(imagen obtenida de aquí)
Un año más, el ciclo se repite: una vez iniciada la presencia del Sol allá en el Solsticio de Invierno, diciéndole al frío invierno algo así como “espera un poco, que voy…”, con un paso lento pero inexorable, llegamos a la fase de equilibrio entre el imperio de las tinieblas y el de la luz, a mediados de Marzo.
Este juego de luces, esa alegría vital que se nos ha ido instaurando en nuestros cuerpos y en la naturaleza que nos rodea conforme los días se han hecho más largos, ha llegado a su clímax: el Solsticio de Verano.
Es uno de los momentos clave en el ciclo anual de nuestras vidas, la explosión de la fuerza vital, el apogeo de la energía solar; y a mí, este año me ha tocado vivirlo inmerso en un espectáculo audiovisual inenarrable, indescriptible.
Imbuido en un escenario histórico sin comparación posible (al menos, para mí), como es el teatro romano de Orange, Francia, presenciado en directo por 8.300 personas que rebosaban y calentaban sus gradas pétreas, y varios millones de televidentes del programa "Musiques en fête", de la “France 3”, rodeado de sonido, cámaras de televisión (identifiqué 10), proyecciones sobre el fondo de piedra del teatro, que daban la impresión de estar en decenas de ambientes diferentes, con los mejores medios audiovisuales que he visto hasta el momento… Acabo de ver la posibilidad de colocar directamente el vídeo de la retransmisión.
Musiques en fête en direct des Chorégies d’Orange 2014
Celebrando el “Día europeo de la música”, el Orfeón Pamplonés tuvo el honor de ser el coro que participó dando fondo armónico a un espectáculo estructurado por una cadena de números musicales, generalmente operísticos, pero también con muestras de música más “popular” (opereta, folklore y canción ligera), junto a la Orquesta Filarmónica de Montecarlo, dirigidos todos por los maestros Luciano Acocella y Didier Benetti, quienes tuvieron que salvar las inclemencias de un viento que osaba revolver las partituras de su atril.
Para completar el espectáculo, un elenco de cantantes interesantes, que eran la guinda, la parte más visible y audible del mismo. Fue interesante, también, ver a Nana Mouskuri a sus 80 años, micrófono en mano, cantando un “va pensiero” y la mítica “la paloma”…, y un público volcado, cálido, con ganas, participativo, muy francés (con esta expresión está dicho todo para la persona que haya asistido a espectáculos musicales en Francia).
Con la satisfacción del “trabajo” cumplido (¿trabajo?), vuelta a casa, tras nueve o diez horas de autobús. Vuelta a lo cotidiano, a las tareas profesionales, al ámbito familiar. A ponerme al día en el correo, los asuntos que dejé pendientes…
Una experiencia incomparable. Ya es la segunda ocasión que piso ese escenario (la primera allá por el año 85 del siglo pasado; ¡cómo pasa el tiempo!, je-je), y ha merecido la pena. Nervios, tensión, voz llegando a momentos de casi romperse, cervecita en terraza turística (no sólo es “sufrir”), camaradería, buen rollito con los compañeros de coro…
Ahora toca volver al “mundanal ruido” de la quietud del pueblo y el sosegado enfoque de mi profesión habitual.
Salud para ti y los tuyos.
Gracias Silvano por saber describir y transmitir las mismas sensaciones que yo he tenido. Hasta la próxima (si nos llaman, jeje). Un abrazo
Gracias a ti, Roberto, por tu compañía durante el viaje. Fue muy agradable estar a tu lado. Confío en que la dirección musical aproveche nuestro talento (je-je) para poderlo compartir con el Orfeón en sus montajes…
Salud para ti y los tuyos.