Sorpresas y cambios

Y el tiempo sigue acelerándose (por lo menos, en mi percepción  subjetiva). No es mi intención dejar pasar tanto tiempo entre entrada y entrada en el blog…, pero la realidad insiste machaconamente y mi atención se deriva hacia otros temas. Hoy me voy a referir a unos cuantos cambios y alguna sorpresilla en el camino.

 

 

 

Tras la gira artística con el Orfeón Pamplonés (con un altibajo interpretativo evidente sufrido sorpresivamente en Barcelona que desdibujó el éxito rotundo y general de la misma) y un catarrito posterior, se sucede el cambio de partituras: ahora llega el momento final de «la Atlántida» (de Manuel de Falla) y «Carmina Burana» (de Carl Orff), preparando la visita a Nueva York a finales de Mayo, con la especial característica de que esta última obra va de memoria… Se juntan en este concierto varias cuestiones:
  • No es moco de pavo cantar en el «Lincoln Center» en Nueva York.
  • La siempre interesante relación artística con uno de los grandes directores de orquesta del panorama mundial: Rafael Frübeck de Burgos.
  • La dificultad añadida de memorización (sí, sí, va de memoria) de una obra como los «Carmina Burana» de Carl Orff.

 

Según mi entender, estamos viviendo en unos momentos planetarios de cambio. Cambio que se está produciendo, le pese a quien le pese, y ninguna resistencia, aunque todas son «legítimas» en el plano espiritual, va a impedir que se lleve a cabo.

Como podéis saber las personas que me leéis con cierta frecuencia, he sido coordinador del grupo Salud del movimiento verde a nivel estatal, primero formando parte de la Coordinadora Verde y, después, renombrándonos con la marca Equo. Desde mi particular forma de concebir lo sanitario, integrado con la realidad del ser humano y no desde percepciones reduccionistas, simples, consecuencia de ver el cuerpo como un algo separado del psiquismo, he peleado para que sean tenidos en cuenta por el grupo otros procedimientos que actualmente ayudan a las personas a buscar su salud, independientemente de la toma de fármacos.

 

Pues es como si mentara a «la bicha». En cada ocasión en la que he introducido el tema por diferentes motivos (programas electorales, apoyos a colectivos de pacientes…), sistemáticamente surgen miembros del grupo que torpedean todo aquello que no tenga el sello de «calidad» de la Ciencia. Y es que, no nos engañemos, el actual sistema científico (generalizo pero sé de intentos de muchos científicos en dar pasos hacia adelante) está encorsetado en la máxima del cartesianismo: «pienso luego existo». Todo lo que no se pueda medir, dimensionar de cualquier manera, reproducir en las misma condiciones por diferentes personas…, no existe. Así de claro.

Bueno, pues ya ha llegado mi momento de despedirme de ser estandarte en ese ámbito y he dejado el puesto de coordinador del grupo. Ya me vale como experiencia. Como he comentado en alguna de mis intervenciones en ese foro, el terreno todavía no está maduro para el cambio… Y a nivel político, se sigue mirando a cuestiones que, aunque importantes (reparto de oportunidades, servicio sociales, gestión equitativa de recursos…), no enfocan el visor hacia los puntos más interesantes para propiciar un cambio social: contemplar a los seres humanos como un todo e integrado en la propia sustancia del planeta en el que vivimos.

El viernes pasado, San Miguel de Aralar visitó mi pueblo. No es una alucinación, no. Se trata de una tradición el que dicha imagen recorra anualmente la geografía navarra. El sacerdote que acompaña a la imagen no tiene desperdicio. Su presencia física y su hablar tosco, recio, cercano, campechano, integrado en las gentes del lugar, nos podría trasladar unos cuantos siglos atrás…

Un «curioso» ritual repetido por el capellán os podéis imaginar el número de veces a lo largo del calendario anual, en el que se rezan oraciones en el atrio de la iglesia del lugar orientados todos presentes (capellán, parroquianos, y los portadores del relicario de San Miguel y la cruz parroquial) a los cuatro signos cardinales, con el beso de recibimiento y despedida entre la figura del arcángel y la cruz procesional del sitio visitado, y la posterior bendición a los campos del lugar, hacen de este evento algo digno de presenciar.

Anteayer, nos reunimos las familias del colectivo de la escuela Tximeleta, a modo de convivencia, en el albergue de una localidad de 150 habitantes del Norte de Navarra, Uitzi. Agua, agua, agua…, y más agua (este mes de abril parece que quiere compensar la sequedad vivida durante el otoño e invierno pasados…). Saco a colación este evento de la convivencia porque, para ir preparado para esa climatología, fui provisto de unas poderosas botas de montaña-trekking que compré hace unos 10 años con la brillante idea de hacer el Camino de Santiago (tema todavía pendiente).
Cuál fue mi sorpresa (¡¡¡oh, sorpresa!!!) cuando comprobé que, literalmente, mis suelas se estaban desintegrando por momentos. Como lo oís. Además de ir dejando un rastro de caucho allá por donde iba, pude compartir la experiencia con muchas otras personas que contaron experiencias parecidas, tanto en calzado de uso continuado como con calzado fielmente guardado en el zapatero de casa…
La situación se produjo en las dos suelas a la vez, por lo que el diagnóstico es claro: algunos productos se fabrican hoy en día para que tengan una fecha de caducidad, quieras o no quieras, uses o no uses… Ya sabía de la política industrial de la muerte «con plazo fijo» relacionada con el uso del producto (bombillas, aparatos de todo tipo, ropa…), pero no podía salir de mi asombro cuando levantaba un pie y veía semejante espectáculo… Ya os contaré la respuesta del zapatero cuando vaya a preguntarle si lo de mi calzado tiene remedio… ¿Hasta cuándo vamos a tolerar este tipo de situaciones respecto a la Industria y sus políticas de negocio?

Salud para ti y los tuyos.

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