Valentín Fuster en Pamplona
Ayer asistí al acto inaugural del Simposio celebrado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra, en Pamplona. El motivo del simposio es celebrar el 50 aniversario de la Clínica Universidad de Navarra (antiguamente, Clínica Universitaria de Navarra) y el tema planteado, que también sirve como eslogan, es «Mirando hacia el futuro».
El evento, además de las consabidas presentaciones de las autoridades (Director General de la Clínica, la Presidente del Gobierno de Navarra y el Director Médico de la Clínica) tuvo como especial protagonista al eminente cardiólogo catalán Valentín Fuster. Prestigioso y afamado profesional afincado en los EE.UU (dirige la unidad de Cardiología del Hospital Monte Sinaí, en Nueva York -la crème de la crème-) y a caballo con proyectos de investigación en varios países (Colombia, Granada, Kenya…) así como en España, donde actualmente preside el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) en Madrid.
Hacía ya un montón de años que no cruzaba el límite de entrada al complejo de Facultades de Ciencias de la Universidad de Navarra, allí donde estudié hace ya 30 años la Licenciatura en Medicina y, posteriormente, me doctoré. Entré por primera vez en una fase de edificios de los que sabía de su existencia pero que no había tenido ocasión de pisar anteriormente. El estilo arquitectónico, la decoración, son fácilmente identificables como parte de las construcciones ya conocidas por mí (Facultad de Medicina, Clínica Universitaria, Colegios Mayores, Edificio Central…) de la Universidad de Navarra.
Había tenido la ocasión ya de ver alguna aparición del Dr. Fuster en medios de comunicación y tenía curiosidad sobre «su directo» (al estilo de los grupos musicales). No me defraudó mi eminente colega. Facilidad de palabra, serenidad (se le veía cómodo frente a un público profesional, «de la casa») y con cosas importantes que transmitir.
Al iniciar su presentación, recordó que ya hace 25 años tuvo la oportunidad de participar en el consiguiente 25 aniversario de la Clínica, y que pretendía seguir un guión de temática similar a aquella presentación. Y nos habló sobre la «Transición desde la enfermedad cardiovascular a la salud (2012-2020)». Partiendo de las informaciones recién salidas del horno de la bibliografía científica, aportó datos impactantes sobre la prevalencia, la extensión, de la patología cardiovascular, con dos grandes realidades clínicas: la patología coronaria (infartos de miocardio) y los cuadros cerebrovasculares (infartos cerebrales…).
El mensaje no es, y eso se notaba claramente en el disertador, para generar temor sino un estímulo a la sociedad para que se decida a modificar esa realidad. En su discurso, utilizó parámetros médicos, tratamientos basados en la Farmacopea, la investigación biotecnológica, la estadística…, pero a mí, lo que me impresionó y más me gustó es la sensibilidad de este médico a la hora de afrontar «el remedio» a la situación: la educación.
Sus actuales proyectos de investigación, los que él coordina o en los que contribuye de alguna manera, están dirigidos a fomentar unos modelos de comportamiento a los niños pequeños en el ámbito de la Salud. Pero los temas se refieren a lo que se puede considerar básico en un ser humano: saber comer adecuadamente, la higiene, el manejo de las emociones en las relaciones humanas…
Este hombre apuesta por algo que los políticos no quieren ni oír: el largo plazo. Su trabajo está orientado, además de sacar a flote a personas en situación precaria de salud cardiovascular, a fomentar la salud a largo plazo (20-30 años). Me identifiqué con su mensaje, y pensé: «estamos en el mismo bando, Valentín. Gracias por tu aporte».
El resumen final de su presentación mostró el contenido de una receta para solucionar la situación actual, e hizo referencia a las cuatro «T» y a las cuatro «A»: por un lado, tiempo para reflexionar, descubrir los talentos individuales, la transmisión de positividad y el fenómeno del acompañamiento tutelado de las personas (niños o adultos); por el otro, la construcción de una actitud adecuada en la persona frente a la vida, la aceptación de su realidad, el «according» (ser consecuente con uno mismo, o sea, partir del autoconocimiento) y el altruismo en las relaciones, en la vida…
Certero en su mensaje, sí señor. Es evidente que una cosa es aplaudir a un conferenciante invitado (eso es fácil), y otra que cale su mensaje en las personas que le estaban escuchando.
Tras la conferencia inaugural, departí unos momentos con una compañera de promoción y me vino la idea de presentarme en la Clínica Universitaria y en la Facultad de Medicina para mostrar lo que hago, la posibilidad de acercarse el médico a las personas sufrientes y fomentar grados interesantes de Salud con procedimientos baratos (el propio contacto), sin utilizar grandes inversiones en «aparatología» (las manos, la propia presencia), con capacidad de escucha, y con la sintonía espiritual del Universo como especial garante del «éxito» del acto…
Estoy convencido de que sería muy interesante que a los nuevos médicos que actualmente se forman en la Facultad les vendría ni que pintado un contacto de este tipo de «quehacer» médico, pues en las Facultades de Medicina se realiza un lavado de cerebro a la persona de cara a implantar la idea de que tú, como médico, eres el único que sabes lo que le pasa a las personas enfermas, y que tu deber es curarlas con los medios más actualizados que puedas disponer…
Ya os comentaré si, por fin, me lanzo a esta aventura…
Salud para ti y los tuyos.