Ley de Beneficio Inverso (1 de 2 partes)
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Ha llegado a mi pantalla un artículo que ya tiene unos años (marzo 2011) publicado en una revista de salud pública (Am. J. Public Health) que me ha parecido esclarecedor sobre las maniobras de la industria farmacéutica en general… y que se corresponde con la más estricta actualidad.
Como ya es habitual en este blog, a continuación, voy a colgar el vídeo correspondiente a este texto, destinado a las personas que prefieren escuchar a leer.
En el artículo, los autores (Howard Brody, MD, PhD y Donald W. Light, PhD) hacen referencia, ya en el título, a cómo es el procedimiento que habitualmente la industria utiliza para lograr sus fines de lucro y poder: «Ley de beneficios inversos: cómo la comercialización de medicamentos socava la seguridad del paciente y la salud pública». Ahí queda eso.
En el resumen de la publicación, comienzan así:
Las retiradas recientes de medicamentos del mercado, muy publicitados, debido a problemas de seguridad plantean la cuestión de si estos eventos son fallos aleatorios o forman parte de un patrón recurrente.
En la exposición, los autores parten del trabajo de Julian Tudor Hart que, en 1971, puso en circulación una Ley que tituló «ley de atención inversa». Su tesis afirmaba que:
- La disponibilidad de una buena atención médica tiende a variar inversamente con la necesidad de la misma en la población atendida”.
- Esta ley opera de manera más completa donde la atención médica está más expuesta a las fuerzas del mercado.
De manera similar, los autores construyen en este artículo la «ley del beneficio inverso farmacéutico». Esta ley dice que la relación beneficio-daño de los medicamentos tiende a variar inversamente con la agresividad con la que se comercializan los medicamentos. Y, al igual que Hart, aclaran que ofrecen esta ley como un dispositivo heurístico (o sea, un procedimiento meramente intuitivo, creativo, especulativo) y no como un modelo matemático preciso.
Esta ley de beneficios inversos va en contra de falsas creencias generales de la población:
- Se piensa que son las características del fármaco y no la comercialización lo que determina la relación beneficio/daño.
- La industria se enorgullece de descubrir productos farmacéuticos mejorados, por lo que nos han condicionado a creer que los nuevos medicamentos muy comercializados son más eficaces y más seguros que los medicamentos más antiguos.
- Se asume que el proceso de aprobación de la Administración de Drogas y Alimentos de los EE.UU. impide la comercialización de medicamentos inseguros o ineficaces.
Aquí hago un inciso. Hasta la más que ortodoxa Wikipedia, ya bien conocida por los sesgos que utiliza a la hora de confeccionar la «verdad única», con la que nos aparta de verdades incómodas, dice literalmente en la entrada relacionada con la industria farmacéutica:
En realidad, el mayor generador de costos en la industria farmacéutica actual no es la fabricación de los medicamentos, ni tampoco las inversiones en investigación y desarrollo (ver abajo) sino los gastos derivados de la comercialización o mercadeo (marketing) de sus productos, que incluyen millonarios desembolsos para realizar estudios de mercado, análisis de los competidores, estrategias de posicionamiento, extensión de patentes, distribución, promoción, publicidad y ventas de sus productos, así como los gastos administrativos necesarios para mantener estructuras multinacionales, los que incluyen astronómicos salarios pagados a sus principales ejecutivos.
Según los críticos de la industria farmacéutica, los altos precios tampoco están en relación directa con la inversión en la investigación sino, más bien, con las ganancias producidas por la comercialización de los medicamentos.
Vuelvo al artículo. En la década anterior al artículo (estamos hablando, entonces, desde los primeros años del siglo XXI) se descubrió que muchos medicamentos nuevos eran menos efectivos o menos seguros de lo que se pensaba originalmente. Y esto no forma parte de un riesgo inevitable o la mala suerte, como justifica la industria. Esto forma parte de un patrón de los intentos de la industria por maximizar las ventas a través de un marketing agresivo.
Una realidad digna de tener en cuenta es que el mercadeo de medicamentos para consumidores y prescriptores a menudo está interrelacionado.
Los autores, a continuación, pasan a describir cuestiones más técnicas. A ver si logro mostrarlas para que se entiendan con facilidad.
El tema parte de una base fundamental: en la naturaleza, aleatoriamente, dejándola operar sin interferencias, los fenómenos se desarrollan siguiendo una gráfica llamada «campana de Gauss».
En una distribución de este tipo se cumplen varios hechos:
- Los valores de las mediciones tienden a agruparse alrededor de un punto central, la media.
- La representación de los datos es simétrica a ambos lados de la media.
- Las desviaciones estándares a ambos lados de la media quedan situadas a igual distancia unas de otras.
- La proporción de mediciones situada entre la media y las desviaciones es una constante en la que:
* La media ± 1 desviaciones estándar = cubre el 68’3% de los casos.
* La media ± 2 desviaciones estándar = cubre el 95’5% de los casos.
* La media ± 3 desviaciones estándar = cubre el 99’7% de los casos.
Bueno, tras la explicación de esta base natural en el comportamiento de fenómenos, paso a mostrar las afirmaciones de los autores del estudio. Ellos describen un umbral que sirve para comenzar a tratar a personas que sufren de una dolencia. Y lo plasman en el gráfico con la línea vertical que llaman «X». La podéis ver ahí, a la derecha de la campana.
Según los autores, la industria farmacéutica traslada el umbral de recomendación de medicamentos abarcando a población que no necesita esos medicamentos o que tienen un riesgo bajo de enfermedad grave. En el gráfico anterior ese movimiento del umbral queda reflejado por esa nueva línea vertical que llaman «Y».
Los autores afirman que los fármacos son efectivos cuando se necesitan tratar a pocas personas para lograr el éxito del tratamiento. Es lo que se llama NNT (número de tratamientos a realizar para que haya efectividad en una persona).
Hago otro inciso para dejar claro que en los estudios propagandísticos de las empresas farmacéuticas respecto a las llamadas «vacunas covid», en ningún momento han hecho referencia a este concepto, ciñéndose únicamente en los datos que les interesó: la disminución del riesgo relativo de padecer una enfermedad leve-moderada. Una gran mentira. Una gran estafa, un fraude acientífico al que se le ha hecho «la ola» desde amplísimas vertientes aparentemente científicas: inmunólogos, virólogos, epidemiólogos y profesionales de a pie… de todo el mundo ¿En qué han estado pensando? ¿Hacia dónde han enfocado su criterio científico?
Bueno, volviendo al tema de esta ley de beneficios inversos, los autores afirman que los fármacos son efectivos cuando el NNT es bajo. O sea, cuando que hay que tratar a muy pocas personas para conseguir eficacia en dicho tratamiento en una persona. Generando, además, pocos efectos adversos, al ser administrado a muy pocas personas.
Cuando se administra un fármaco a pacientes menos gravemente afectados o de menor riesgo frente a una enfermedad, se debe tratar a muchas más personas para que un paciente se beneficie (NNT alto), generando, asimismo, un mayor gasto de recursos y más reacciones adversas, empeorando la relación «beneficio/daño».
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