Los árboles y el bosque
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Es muy frecuente referirse al dicho «los árboles nos impiden ver el bosque». Y es cierto. Lo podemos aplicar a muchos momentos o situaciones en la vida cotidiana.
Como ya es habitual en este blog, y como deferencia a las personas que prefieren escuchar a leer, voy a colgar a continuación el vídeo del texto.
Cuando nos empeñamos en fijar nuestra atención en un detalle de algo, directamente nos podemos perder la visión general del fenómeno.
Esta realidad la hemos visto de forma repetida en todo este tiempo de locura colectiva. Ha habido un empecinamiento en que miremos hacia la «mala baba» de un bicho, en su capacidad destructiva, generando un miedo colectivo espeluznante.
Y cuando a alguien se le ha ocurrido dejar de mirar obsesivamente la maldad del bicho en cuestión, planteando otras cuestiones, hilando distintos engranajes del proceso… o sea, intentando enfocar al bosque, a la totalidad del entramado, ha surgido la posibilidad de mostrar diversas teorías desde las que se ha podido montar una explicación lógica a lo que estaba ocurriendo.
¿Cuál ha sido la reacción inmediata del sistema?
- Primera respuesta: la negación.
- Segunda respuesta: montar una crítica feroz sobre las personas que osaran plantear cualquier cosa fuera de los márgenes dispuestos por la autoridad establecida (en este caso la ciencia con minúscula).
- Tercera respuesta: hacer desaparecer de la faz de los medios y las redes sociales a dichas personas disidentes y sus osados mensajes.
- Cuarta respuesta: no sólo denigrar y/o esconder a esas personas sino, en casos extremos, hacerlas desaparecer físicamente del mapa de los vivos.
Aunque hay un orden clásico en esta secuencia, no hay problema en que una respuesta se cruce con otra y se intercambie el orden.
De todas formas, la última reacción (no señalada en la serie anterior), se da con el paso del tiempo, y es llegar a admitir que esas personas podían tener razón en sus planteamientos. La lástima es que generalmente, esta última fase llega demasiado tarde para las personas vilipendiadas, a las que se les ha impedido el desarrollo de sus carreras o, en situaciones extremas, se les ha exterminado sin piedad.
Personas que fallecen en condiciones de salud aceptables; personas que «se suicidan» cuando, de forma anticipatoria, habían dejado mensajes claros avisando de que nadie creyera que podía suicidarse en ningún momento…
En la historia reciente hay varios ejemplos.
Volviendo al tema del artículo, hemos estado sometidos a la necesidad de mirar al bicho. Ahora, aunque todavía no han desmontado ese foco de atención, se ha ido colando el siguiente árbol que sigue impidiendo ver el bosque: el cambio climático de las narices.
Otro tema pero con una misma dinámica: un discurso oficial (ahora es el IPCC, en lugar de la OMS), un intento de infundir un miedo aterrador en la población, y una salida al problema «causado» hipotéticamente por el ser humano.
La salida en el tema pandémico fue (y sigue siendo) la vacuna. En el nuevo tema, el cambio climático provocado porque tú y yo manejamos un coche movido por gasoil o porque tú y yo podemos comer carne, tiene una salida prefijada: dejar de crear CO2.
¿Y qué es el CO2? Eso no importa tanto. No importa que sea el principal activador del reino vegetal junto al sol y la humedad. Sin CO2 no habría plantas de las que comer ni oxígeno que respirar. Pero no importa. Hay que cargarse a ese «gas tóxico», en estos momentos el más malvado de los malotes.
Pretenden que sigamos mirando a ese único árbol, cuando si contemplamos toda la escena y en un abanico de tiempo millonario en años, la vida del planeta Tierra, todo se puede desmontar con un chasquido de dedos.
Pues no importa. Dale que dale. Ahora, como ya me he referido anteriormente en otros artículos (por ejemplo aquí), los médicos tenemos que estar muy atentos al calentamiento global.
Acabo de leer una reseña anunciando el 68º Congreso de la Sociedad Española de Farmacología Hospitalaria, que se va a celebrar en Bilbao en pocas fechas. Y claro, cómo no, siguen mirando a ese árbol del cambio climático, inculcando a los participantes la necesidad de ser sensibles al tema.
El objetivo aparente es tener en nuestras mentes que sólo hay una salud (One Health que le llaman), y que debemos mirar a la salud ambiental y a la salud animal para estar más cerca de la salud humana.
Juegan con los conceptos. Manejan los términos y manipulan el sentir de las personas de forma magistral. ¿Quién no está a favor de la salud del entorno? ¿Quién puede no estar a favor de la salud animal? Pues eso.
Pero de ahí a que la salud humana, a lo que deberían atender estos farmacéuticos hospitalarios en la faceta a la que se dedican, así como los médicos y resto de profesionales sanitarios en sus diversos campos de acción, esté enfocada a la salud ambiental, considerada como la situación generada por los cambios en la climatología del planeta… va un gran trecho.
Están intentando que sean equiparables la salud ambiental y el dichoso «calentamiento global», para que cuando nos refiramos a la salud ambiental tengamos claro que hablamos de calentamiento global y sus consecuencias. En lugar de prestar atención a la cantidad ingente de elementos tóxicos (químicos generalmente) echados sin freno al entorno y provocadores de enfermedades y podredumbre.
Se les ve el plumero a distancia… pero sólo si nos atrevemos a levantar la vista de los árboles que nos presentan sin parar ante nuestros ojos.
¿Qué soluciones nos venden como las idóneas para salir de este lío? Pues ahora que nos sigamos vacunando de gripe, covid-19, VRS, herpes zóster, neumococo y la madre que los parió y, a la vez, que dejemos de comer carne, que tiremos a la basura nuestros vehículos y que seamos unos gourmets de especies variopintas de insectos.
Así, según los actuales profetas voceros del sistema, salvaremos al planeta y seremos felices… pero sin comer perdices.
¡¡¡Panorama desolador, cuanto cabe!!!
Pues eso: que los árboles no nos impidan ver el bosque.
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Salud para ti y los tuyos.