Mascarillas obligatorias

MASCARILLAS OBLIGATORIAS

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Ayer mismo leí en mi correo electrónico un mensaje remitido por la Inspección de Centros Sanitarios de la Consejería de Sanidad del Gobierno de Navarra en el que se adjuntaba una orden comunicada por la ministra de Sanidad del Gobierno central respecto a la obligatoriedad del uso de las mascarillas en centros sanitarios asistenciales y su recomendación de uso en centros residenciales de personas vulnerables y farmacias.

Como ya es habitual en este blog, y como deferencia a las personas que prefieren escuchar a leer, voy a colgar a continuación el vídeo del texto

¡¡Ya estamos otra vez a vueltas con esta historia!! ¡¡Qué cansinos que son!!

La orden comunicada por la ministra comienza así: (los resaltes en negrita son míos)

«Actualmente, en España estamos experimentando de forma simultánea las ondas estacionales de gripe, COVID-19 e infección por Virus Respiratorio Sincitial (VRS), que en el caso de la gripe se está presentando con una intensidad superior a la de temporadas previas».

Pero no dice que las de covid y virus respiratorio sincitial están de capa caída, y que sólo la incidencia de la gripe está alta. Otra de las falsedades que deja caer es que la gripe se está presentando con una intensidad superior a la de temporadas pasadas.

¿Es que no se acuerdan de que milagrosamente el virus gripal desapareció en combate porque «el primo de Zumosol» de la covid no le dejó espacio para prosperar? Lo natural es que vuelva a ocupar su sitio como cada invierno. Y así está sucediendo.

Sigue diciendo la flamante ministra:

«Los datos de gravedad de la gripe hasta el momento indican porcentajes de gravedad similares a temporadas previas, tanto en ingresos en UCI, como en defunciones. Sin embargo, debido a la intensa circulación el impacto en la salud de la población puede ser alto».

Pues lo que digo: que las cifras de esta campaña no divergen de las campañas previas al circo de la covid. Ni en ingresos en la UCI ni en mortalidad. Pero como estos políticos de mierda (y perdón por la poca sutileza de mis palabras) «nos quieren proteger» muy bien, en espera del impacto de la intensa circulación de bichos sobre nuestra salud, nos quieren a todos enmascarados.

Tanto en el preámbulo de la orden como en el anexo II se hace referencia a las «Recomendaciones sobre la utilización de mascarilla tras el fin de la emergencia sanitaria internacional por COVID-19» redactadas por la Ponencia de Alertas y Planes de Preparación y Respuesta en mayo de 2023.

En estas recomendaciones se puede leer:

«… es importante proteger a las personas más vulnerables de las infecciones de trasmisión respiratoria cuya fuente no siempre es evidente como en los casos asintomáticos o en la trasmisión de infecciones en ausencia de clínica respiratoria».

Y dale con los enfermos asintomáticos, con la falta de clínica. ¿Para qué la naturaleza nos ha dado un sistema inmune? Pues parece que para que una ministra con carnet de médico, desvelada por tanta preocupación por nuestra salud e hinchada de paternalismo, nos obligue a absorber por vía respiratoria nuestros propios gérmenes una y otra vez junto a un aire enrarecido con poco oxígeno y alto CO2. Y todo por nuestro bien.

Es curioso porque «al grito de ¡ya!» estoy comenzando a recibir en mi correo electrónico anuncios de vendedores de mascarillas… Les habrán quitado el polvo rápidamente cuando se empezaron a escuchar los redobles de tambor de las Consejerías de Sanidad de las diferentes autonomías días atrás.

Ayer mismo leí un artículo que la pediatra Teresa Escudero escribió el día 9 en su blog (muy recomendable) y en el que hacía referencia con profundidad y claridad al tema de la implantación de las mascarillas por las autoridades competentes.

Voy a entresacar unas perlas de este artículo.

  • En primer lugar, la ministra lanza la siguiente idea: «La mascarilla es una medida eficaz para evitar la propagación de los virus respiratorios»
  • La ministra es seguida por un tropel de expertos televisivos que afirman: «La mascarilla funcionó para disminuir los contagios en la pandemia, y eso es una evidencia científica».

Comenta la pediatra que ella, tras revisar los datos de cuatro años de pandemia, no encuentra por ningún lado esa evidencia a la que tanto aluden.

El editorial de El País de ese mismo día expresa que «en las decisiones sobre salud deberían prevalecer únicamente criterios técnicos basados en la evidencia científica».

La Dra. Escudero describe someramente el sistema GRADE, por el que se consideran estudios de alta calidad a los ensayos clínicos aleatorizados (los diseñados con grupo control y doble ciego), y de baja calidad a los estudios observacionales y de caso.

También hace un repaso de las diversas cuestiones que bajan la nota de un estudio en cuanto a su calidad científica (los diferentes sesgos) y también de otros factores que pueden subir la calificación (las asociaciones fuertes entre factores concurrentes, los gradientes dosis-respuesta…).

Tras describir estas realidades teóricas sobre la validez de los estudios (temas destinados quizá más a personas que tenemos un poco más de conocimientos sobre el lenguaje científico), la pediatra afirma que:

«… hasta ahora no se ha encontrado evidencia fuerte entre el uso de mascarillas y la disminución de la transmisión de los virus respiratorios… Y evidencia débil tampoco. En ningún metaanálisis de la Cochrane».

Cochrane es una biblioteca de datos y estudios que, en estos momentos, es el máximo referente mundial de evidencia en la literatura científica y cuyas revisiones suelen servir (o, diría yo, servían) para emitir guías de conducta médica sobre diversos temas clínicos, sobre pruebas diagnósticas, etc.

Y en el año 2023, Cochrane publicó una revisión sobre las medidas físicas en relación a su posible efectividad como freno de los virus respiratorios. He aquí sus conclusiones. (Los resaltes en negrita son míos).

«Existe incertidumbre sobre los efectos de las mascarillas.

«La evidencia de certeza baja a moderada implica que la confianza en la estimación del efecto es limitada y que el efecto verdadero podría ser significativamente diferente de la estimación del efecto observado.

«Los resultados agrupados de los ECA no mostraron una reducción clara de la infección vírica respiratoria con el uso de mascarillas médicas/quirúrgicas.

«No hubo diferencias claras entre el uso de mascarillas médicas/quirúrgicas en comparación con las mascarillas respiratorias N95/P2 en los trabajadores sanitarios cuando se utilizaron en la atención habitual para reducir la infección vírica respiratoria.

«Es probable que la higiene de las manos reduzca modestamente la carga de enfermedades respiratorias, y aunque este efecto también estuvo presente cuando se analizaron por separado las EPG y la gripe confirmada por laboratorio, no se encontró una diferencia significativa para los dos últimos desenlaces.

«Los efectos perjudiciales asociados con las intervenciones físicas no se investigaron lo suficiente.

«Se necesitan ECA grandes y bien diseñados que aborden la efectividad de muchas de esas intervenciones en múltiples contextos y poblaciones, así como la repercusión de la adherencia sobre la efectividad, especialmente en aquéllos con un mayor riesgo de presentar IRA».

En resumidas cuentas, lo que la revisión Cochrane deja bien claro es que no se puede demostrar que las mascarillas sirvan para disminuir la transmisión de virus respiratorios, ni tampoco se puede demostrar que no sirvan para ello. Entonces, ¿a qué viene sacar tanto pecho diciendo que las mascarillas sí que sirven para frenar a los virus respiratorios?

Respecto a que «existe un amplio consenso científico sobre las medidas a tomar», Teresa Escudero, tras apostillar que el consenso sólo existe entre los científicos que salen en los medios pero no entre los que han sido borrados de los medios y las redes por la censura establecida, comenta:

«No se pueden detectar diferencias entre los países que usaron mascarilla y los que no la usaron, no se pueden detectar diferencias entre los niños que usaron mascarilla y los que no la usaron, no se pueden detectar diferencias entre los sanitarios que usaron mascarilla y los que no la usaron… Simplemente no se puede… O al menos yo no puedo encontrarla… Y el equipo de la Cochrane tampoco».

Si el objetivo es frenar la propagación de la gripe y otros virus, como se afirma en El País, «parece más productivo centrarse en las medidas que sí han demostrado tener alguna evidencia, aunque sea débil: el lavado de manos y la ventilación de espacios, la reducción de ratios en las escuelas y el aumento de horas al aire libre, por poner un ejemplo».

Al editorial de El País le parece «un despropósito que algo que no tiene coste para el sistema, y cuyos beneficios son incuestionables, no haya podido prosperar».

La Dra. Escudero contesta que eso de que algo es incuestionable y la Ciencia no casan muy bien, que el método científico se basa en cuestionar todo, poniendo en duda todo y generar hipótesis sobre nuevas posibilidades, única manera de que la Ciencia avance.

Afirma esta valiente pediatra que «lo único incuestionable son los dogmas de fe, y quiero creer que la ciencia no se ha convertido en “cienciología”, una nueva religión cuyos dogmas no se cuestionan». Uno de estos dogmas es que «las mascarillas sirven para disminuir la transmisión de virus respiratorios»… «Como titular queda bonito, pero no se corresponde con los datos que manejamos».

En cuanto a la ausencia de coste de esta medida, la Dra. Escudero contrapone la gran cantidad de mascarillas usadas que se han podido ver en cualquier costa (mi pareja y yo mismo somos testigos de ello puesto que hemos recogido decenas y decenas de mascarillas en las playas de Peñíscola).

Para comentar el tema de los efectos perjudiciales de las mascarillas, esta pediatra se remite a la revisión Cochrane: «Los efectos perjudiciales asociados con las intervenciones físicas no se investigaron lo suficiente». Pero también describe lo que ella ha visto en consulta: 

«Aumento de los casos de dermatitis y de sequedad de mucosas, tos seca, dificultad respiratoria, ansiedad, dificultad para la comunicación en personas con disminución de la audición, retraso en la adquisición del lenguaje en niños y niñas cuyas personas cuidadoras utilizaban mascarilla.

«Teniendo en cuenta que los beneficios no están claros, ante estos problemas me parece inadmisible que se convierta en una obligación el uso de la mascarilla».

Y ya, para terminar la faena, la falsedad más burda; que aunque sea repetida hasta la saciedad, nunca será la verdad que quieren que sea. Afirman que «como ya se demostró en la pandemia de la covid-19, la mascarilla es una herramienta eficaz para frenar la expansión de los virus y evitar contagios».

La Dra. Teresa Escudero contrapone:

«No, no se ha demostrado DE NINGUNA MANERA esa eficacia de la mascarilla. Ni antes, ni durante, ni después de la pandemia de la COVID-19, se ha demostrado que la mascarilla sea útil para frenar la expansión de virus respiratorios».

Acaba su artículo esta pediatra desgranando una serie de citas bibliográficas que dan soporte a lo que escribe. No se puede hacerlo mejor.

Desde aquí mi total apoyo a esta gran profesional que, desde la honestidad, se atreve a salirse de la fila con muchos boletos para ser criticada, abucheada, linchada simbólicamente…

¡¡Olé tus ovarios!!

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Salud para ti y los tuyos

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