¿Merece la pena?

¿MERECE LA PENA?

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Como ya es habitual en este blog, y como deferencia a las personas que prefieren escuchar a leer, voy a colgar a continuación el vídeo del texto.

A veces me planteo si merece la pena el esfuerzo que realizo, junto al de otros compañeros de trinchera, cuando invierto mi tiempo en leer y escribir sobre el montón de falsas verdades y mentiras que llegan a mis ojos a través del correo electrónico y las redes.

La cuestión es que la actual ciencia imperante (con minúscula) inunda con artículos, reuniones, congresos; asimismo, influencia sobre gobiernos que, a su vez, dictan normas legales por las que los ciudadanos tenemos que regirnos.

Ante esas mentiras, esa mezcla de falsas verdades con informaciones que sí son veraces, los intentos de manipulación tan evidentes que se pueden detectar cuando tienes información, no tengo más remedio que salir a la palestra y seguir aclarando cosas para que las personas normales, que no tienen la obligación de saber sobre estos temas, no caigan en la trampa.

En este texto voy a referirme a un ejemplo claro de mentiras y de medias verdades.

Una frase leída en un artículo sobre el avance de las vacunas me ha dejado atónito. El artículo dirige su atención a que las vacunas se podrán aplicar en un futuro, atención, a través de los hilos dentales. Dicen que ya hay estudios en ratones y que también hay experiencias en humanos, aunque no se tiene acceso a los resultados.

La frase en sí en la que me fijé era la primera del artículo y decía así:

«Las vacunas son el método primario por el cual se administran los anticuerpos necesarios con el objetivo de evitar toda clase de infección y enfermedades».

Comprendo, entonces, que se pueda pretender llamar «vacuna» a cualquier sustancia que se introduzca en el cuerpo con la finalidad de reforzar el sistema defensivo de la persona de cualquier manera.

Se pretende dar categoría de vacuna a cualquier cosa, bien sean unos anticuerpos monoclonales (como por ejemplo en el caso del virus respiratorio sincitial) o unos fármacos con información genética (en el caso de los inyectables frente al covid).

También se está leyendo últimamente sobre las «vacunas contra el cáncer». ¡No, señoras y señores! No son vacunas. Son terapias génicas utilizando información ARNm, de tan triste noticia por sus efectos perniciosos en su aplicación frente al covid.

El último artículo que he leído al respecto coloca el siguiente titular:

«Una vacuna universal para «despertar» el sistema inmunológico contra el cáncer»

¿Seguro que es interesante «despertar» al sistema inmunológico en relación con el cáncer? Parece que esta gente es de la que está haciendo la vista gorda ante la avalancha de casos de cánceres galopantes tras la inoculación de los fármacos ARNm frente al covid.

La doctora Karina Acevedo Whitehouse, a quien admiro por su valentía y sobre todo por su capacidad didáctica, ya ha descrito al menos 21 mecanismos fisiopatológicos conocidos provocados por el ARNm artificial de esos inyectables potenciando la posible generación de mutaciones y cáncer.

En otro orden de cosas, esto de las «vacunas contra el cáncer» ya tiene sus antecedentes con la vacuna frente al VPH. Se ha utilizado el marketing oportuno publicitándola y vendiéndola como la «vacuna frente al cáncer de útero».

Son puros engaños dirigidos a personas sin un criterio claro sobre qué es cada cosa.

Otro ejemplo de mentiras o falsedades. Un artículo publicado recientemente en la revista National Geographic (23 julio 2025) cuyo título y subtítulo decían lo siguiente:

«Por qué los efectos secundarios a largo plazo de las vacunas son improbables»

«La ciencia demuestra que incluso los efectos secundarios más graves de cualquier vacuna, incluida las de contra la COVID, ocurren en sólo unas pocas semanas».

¿Cómo que los efectos a largo plazo de las vacunas, incluidos los productos inoculados contra covid, son improbables? He escrito en más de una ocasión que lo que no se quiere mirar… no se logra ver.

En Medicina, la frase anterior es muy clara a la hora de realizar un diagnóstico diferencial: si una posible enfermedad no se plantea ni siquiera como posibilidad, nunca se diagnosticará.

Así que vamos a dejar bien patente la burda mentira que destila ya el comienzo del artículo del National Geographic. Las agencias de farmacovigilancia se han saturado con centenares de miles de casos de efectos adversos. Otra cosa es que no se les ha dado credibilidad.

¿Para qué están estos servicios de farmacovigilancia? ¿Cuál es su verdadera función? Realmente, no sirven para comprobar la posible causalidad entre vacunas y efectos adversos. Su función es señalar alarmas para que, a partir de ellas, se realicen los estudios oportunos para comprobar si realmente hay causalidad o no para, en caso afirmativo, se pueda retirar la autorización del producto.

Claramente, están mirando a otro lado. No les interesa en absoluto realizar esos estudios tan necesarios. Por cierto, estudios que debieran haber sido necesarios de realizar antes de su autorización y de su lanzamiento al mercado mundial.

Ya en el interior del artículo, tras afirmar que las complicaciones graves (Guillén-Barré, miocarditis) han sido raras de ver y que se detectaron enseguida al haberlas tenido presentes como posibles, leo lo siguiente:

«Éstos y otros efectos secundarios aparecen poco después de que alguien se haya vacunado, lo que sugiere que no hay que preocuparse por las reacciones retardadas a largo plazo».

¿Así que la presencia de efectos adversos graves cada 500-800 pinchazos es un suceso «raro»? ¿Y los picos de sobremortalidad tras cada campaña de inoculación, refuerzos incluidos? Son cosas que no se quieren ver, con lo que queda abierta la posibilidad de afirmar en las revistas las mentiras que escriben.

Tras las opiniones de varios «expertos» universitarios reforzando la impresión de que las vacunas son seguras, sigue afirmando el artículo otra de las falsedades ya comprobadas fehacientemente:

«Los efectos secundarios casi siempre ocurren un par de semanas después de que una persona se vacune».

«El periodo más largo hasta la aparición de un efecto secundario por cualquier tipo de vacuna han sido seis semanas».

«El temor a que surja algo más adelante con las vacunas contra la COVID no es imposible, pero basándonos en lo que sabemos, es improbable».

«Las moléculas de ARNm utilizadas en las vacunas de Pfizer y Moderna son especialmente frágiles, señala, así que en un día, más o menos, ya están fuera del cuerpo».

Leer cosas así me da náuseas. Lo siento. Lo siento mucho por los miles de personas no sólo fallecidas sino también afectadas terriblemente por estos productos.

Siguen afirmando que el efecto estimulador del sistema inmune por estas sustancias se completa en unas seis semanas, por lo que los efectos adversos graves se producirán dentro de ese tiempo.

Estas afirmaciones las hace un especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de Yale. Otro de ellos, además, fue el autor principal del ensayo de la vacuna de Pfizer-BioNTech. ¿No os parece que estos personajes pueden estar especialmente interesados en lanzar esos mensajes falsos?

Así que según esta gente, los problemas derivados de estos productos vistos a más largo plazo de esas seis semanas son puras invenciones o meras casualidades, ¿no?

Me parece que estos insignes especialistas no se han enterado todavía de que se han podido detectar rastros en los tejidos corporales del efecto de las inyecciones ARNm a los 17 meses tras la inoculación. Creo que antes de afirmar algo tan categóricamente, se deberían informar de la realidad de los hechos.

La última frase del artículo dice:

«Pero nuestra experiencia con otras vacunas demuestra que los efectos diferidos de las vacunas anti-COVID-19 son improbables».

Y se quedan tan anchos.

No tienen en absoluto en cuenta el hecho de que el modelo en el que se basaron estos productos ARNm es totalmente innovador y se ha aplicado por primera vez de forma tan masiva en la población mundial.

Viene al caso la rapidez en la que se determinó que eran «seguros y eficaces». Tras dos meses de estudio, con las diferentes irregularidades en el proceso de estudio y posterior manufactura, mientras las agencias reguladoras miraban para otro lado.

Sin acabar el estudio de fase III, destriparon el doble ciego y con ello se evitó la posibilidad de conocer de primera mano, tanto a medio como a largo plazo, las posibles ventajas o desventajas de semejantes productos de factura genética.

Sigue impune el hecho de que el producto de Pfizer autorizado era distinto del que finalmente se inyectó en la población, así como la posterior detección de plásmidos ADN en los viales, con su potencial efecto cancerígeno; la existencia de lotes calientes de alta probabilidad de reacciones graves y muertes… y una innumerable lista de hechos que contradicen el contenido de este artículo de National Geographic.

No creo necesario hacer constar que mi humilde blog no tiene la influencia mediática de esta revista. En fin. Ya quisiera yo que mi voz fuera escuchada por más personas pero no por ello voy a desistir en mi labor divulgativa.

Estoy convencido de que sí merece la pena seguir vigilante.

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Salud para ti y los tuyos.

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2 comentarios

  1. Silvano, no te quepa la menor duda: merece la pena. Es la maniobra de los psicópatas desanimar a los que realmente tienen algo constructivo para compartir: ¡qué tiren la toalla! Y lo cierto es que muchos lo hacen. Es una guerra de desgaste. Pero la voluntad no se desgasta.

    1. Hola, Pedro.

      Como has podido comprobar si has leído el artículo hasta el final, esa pregunta del título ha sido una pregunta retórica.

      No me veo desanimándome por cualquier cosa… Soy de las personas que aguanta, sobre todo si tengo convicción con un tema.

      Muchas gracias por tu comentario.

      Salud para ti y los tuyos.

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