¿La Inmunidad es un Juguete? (…y 4)

INDUSTRIA FARMACÉUTICAHe ido comentando en las entradas anteriores (1, 23 y 4) varias cuestiones relacionadas con nuestro sistema inmunológico a la hora de defendernos del entorno donde vivimos.

Podemos observar que la Ciencia Biomédica presiona el acelerador de la investigación para sacar a la luz nuevas sustancias químicas con una actividad concreta sobre aspectos biológicos cada vez más específicos… generalmente causados por la aplicación de otras sustancias aplicadas sobre las personas.

Es de todos conocido el cóctel de fármacos que hoy en día se le suele dar a una persona enferma… con el consabido «protector gástrico», para que el cuerpo del susodicho aguante como un jabato esa tralla medicamentosa. No me voy a referir en estos momentos al negociazo del Omeprazol y compañía…

Me viene a la cabeza una noticia que escuché en la radio hace ya varios meses, en la que el divulgador científico de turno elogiaba el avance de la investigación en el caso de unas enfermedades autoinmunes. Este tipo de enfermedades (artritis reumatoide, tiroiditis… y un largo etcétera) es un verdadero «cajón de sastre» en el que viven un montón de miles de personas, generalmente sufriente de cócteles medicamentosos de seguimiento «de por vida»… y sin prácticamente ninguna esperanza de curación.

BACTERIAEl caso me llamó la atención por la miopía demostrada a la hora de presentarlo como un avance de la investigación y no como la demostración de la capacidad «iatrogénica» (posibilidad de hacer daño, de enfermar) de algunos tratamientos médicos. Vamos, los efectos secundarios, colaterales o adversos de las fármacos.

El «avance» venía por la posibilidad de utilizar unas sustancias generadas por una serie de virus (¿antes no eran nuestros enemigos?) que intentan sobrevivir frente al «interferón», una sustancia que se ha utilizado por activa y por pasiva por la medicina científica para acabar con los dichosos virus… pero que se ha demostrado causante, a largo plazo, de diversas enfermedades autoinmunes.

O sea, que:

  • A una persona le detectamos un virus.
  • Intentamos cargarnos al virus provocador; y, para ello, utilizamos el interferón.
  • ¡Lástima! A la persona el interferón le genera una enfermedad autoinmune del tipo que sea, generalmente inflamatoria, con síntomas de diversa intensidad.
  • Ahora, el foco de atención es la enfermedad autoinmune; y, para combatirla, vamos a utilizar la capacidad que tienen los virus malos de «puentear» a nuestros sistemas inmunológicos, pues se están estudiando los procedimientos que utilizan los virus para librarse de nuestros ataques y sobrevivir…

Y se quedan tan panchos emitiendo un «¡eureka!» como la copa de un pino, cuando aparentemente no se están dando cuenta de dos hechos, para mí evidentes:

  1. ¿Dónde está la autocrítica? ¿Quién les compensa a estas personas del trago que están pasando al haberles generado una enfermedad autoinmune por usar tan alegremente fármacos que interfieren con nuestros sistemas inmunológicos sin tener una visión a largo plazo de sus efectos adversos? 
  2. ¿No se plantean que inocular las sustancias víricas que han aprendido a generar esos virus tan malos supone abrir de par en par las defensas de nuestros sistemas inmunológicos? ¿Qué perjuicio nos provocará más tarde?

INCONSCIENTEYo ya hace más de 20 años que no uso fármacos en mi trabajo de médico, uniendo cuerpo-emoción-mente-espíritu, aunque sé, estoy completamente seguro, de que la mayor parte de mis compañeros de profesión no sólo alucinarían de mis planteamientos y métodos de trabajo, sino que directamente los prohibirían y me mandarían al «loquero» .

En mi planteamiento profesional frente a una persona con cualquier síntoma, sea el que sea, tenga o no tenga nombre de una enfermedad, voy a intentar ver, entender y hacerle comprender a la persona qué es lo que está sucediendo en su cuerpo o en su vida (porque, a veces, el motivo de consulta no es estrictamente físico o corporal) para que lo pueda relacionar con diversas predisposiciones (familiares, personales) que pueda haber traído a su vida y con ciertas vivencias  de mayor o menor intensidad (generalmente mal gestionadas) por las que han pasado en su vida.

El control de la salud y de la enfermedad, el funcionamiento corporal, está gestionado directamente por nuestros inconscientes, y ahí es donde debemos llegar: a todo aquello que está depositado en ellos y está dirigiendo nuestras vidas. La finalidad es lograr que lleguemos a un control lo máximo posible de nuestras vidas, de nuestras decisiones en un punto de máximo equilibrio.

¿Que esto es utópico? Para mí y para las personas que salen beneficiadas de este tipo de trabajos no lo es. Pero claro, esto exige de las personas que «se pongan las pilas» en el control de sus vidas… y eso es más difícil que solamente ingerir un medicamento. Aunque, al menos, no genera enfermedades autoinmunes y otras consecuencias tan nefastas.

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Salud para ti y los tuyos.

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